Respiró profundo una vez que soltó el picaporte, la presión de su corazón disminuyó pero su cabeza no escapó de la tensión reciente. Quiso transmitirle alguna queja a Carlitos, quiso reprocharle lo que había hecho y imponerle orden. Al menos era lo que le había prometido a su padre luego de que lo reprimiera.
"Este pibe es un genio. Si lo entrenamos vamos a hacer mucha plata."
Suspiró dispuesto a enfrentar al chico. Pero cuando se volteó lo encontró detrás de él mirándolo con una inocencia que lo descabelló, se quedó sin fuerzas para reclamarle algo, no supo empezar ni que palabras utilizar. Creyó que con la mirada podía comunicarle su enojo, pero pronto descubrió que ni eso podía largarle. Ya no resistía la tension, ninguna de las tensiones. Las ganas de probar sus labios, y la presión de ponerse duro con él siguiendo las órdenes de su padre.
—No me mires así, no estuvo bien que te mandaras solo. ¿Y si nos veían? ¡La policía estaba a la vuelta de la esquina Carlitos!—
Le dijo con cautela, manteniendo su voz baja. Creyó que fue suficiente y agradeció encontrar la frase perfecta. O eso creyó hasta ver que no logró ningún efecto en el chico rubio, quién lo miró desconcertado como si le hubiese hablado en otro idioma.
—¿Y qué era lo divertido en salir rajando con dos pistolitas?—preguntó. Ramón se llevó una mano a la frente.
—¡Es que no había que salir con nada! ¡Mañana volvíamos a llevarnos las cosas!—
Lo vió contornear una ceja, bajando levemente la cabeza hacia un costado, su expresión se contrajo ligeramente. Y luego habló.
—Me parece que tendrían que agradecer que les llené una mesa entera de armas.
Ramón buscó el enojo en esas palabras largadas sin ningún tono fácil de descifrar, y no lo encontró. No lucia enojado ni nervioso.
—Por hoy pasa, mi viejo no se enojó mucho. Pero mejor seguí todo lo que yo te diga la próxima.—
—¿Tanto miedo le tenes?—
La pregunta de Carlitos le sacó más canas de las que ya tenía por el mal orden del robo a la armería. Lo descolocó la confianza en el otro y el poco tupe que mantenía. Quiso cachetearlo y estuvo a punto, hasta recordar...
"No Ramón. No me gusta que peguen." Con el ojo morado no por su golpe, sino por el que le había dado su padre.
Se quedó con la acción a medio realizar, Carlitos lo miró con los ojos abiertos observando la mano que se entendía frente a él, entonces cambió el impulso y lo abrazó ligeramente sobre el cabello. Intentando remediar la acción, aunque apretarlo hacia él también era porque lo quería.
Otra vez sintió que no sabía que decir, mientras podía sentir los suaves cabellos de Carlitos sobre sus labios, el menor se dejó tocar bajo él y se mantuvieron así varios segundos, donde lo único que se oía era la respiración de ambos.
—Yo se lo que te digo, haceme caso a mi...
Aquellas palabras bastaron. El rubio salió de entre su brazo y lo miró, sus ojos estaban extremadamente claros, o al menos como nunca los había visto Ramón, quizás por el acercamiento.
—Solo a vos. Porque sos vos.—le respondió.
La media sonrisa creció en una mueca hacia el costado, que soltó con la ligereza que se tiene al natural por una acción instintiva que no se puede disimular. Bajó sus labios hasta rozarlos con los finos cabellos nuevamente. Aquello los desconcertó a ambos, que se tensaron con nervios esquivándose la mirada.
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Los dioses resplandecen |El Ángel|
Fanfic-El Diablo es rubio. Y en sus azules ojos, se encendió el amor. Con sus calzones rojos, el diablo me parece encantador. -Pensar que alguna vez fui un bebé.- -Y ahora sos un hijo de puta.