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4 de enero, 2019

Me estiro en la cama y voy al baño a darme una ducha. Escucho a Kevin bañándose desde el otro lado y sonrío. Decidimos dormir separados por estos días, ya que ayer empecé a menstruar y cuando estoy así me gusta estar sola. A veces me dan ganas de embarazarme para librarme de esto por nueve meses, pero después pienso que todavía no quiero ser madre y se me pasa.

Me cambio, termino de prepararme y salgo. Espero a Kevin en la puerta para ir juntos y él sale bañado, perfumado, afeitado y bien bonito. Le doy un beso a modo de saludo y toma mi mano para empezar a caminar. Llegamos a la calle y el calor que hace es terrible, por lo menos vamos por el lado de la sombra, pero no quiere decir que no haga calor.

—Uf, hay chocolate por todo el piso —dice Kevin. Lo miro con las cejas arqueadas y sonríe—. Porque te estás derritiendo, bombón... —Me guiña un ojo y me río mientras me sonrojo. No puedo acostumbrarme a sus piropos inventados y tiernos.

—Qué cursi —replico, apretando más su mano. Se detiene un instante para besarme.

—¿Sabés? En un mes tengo que renovar el contrato de alquiler del departamento —anuncia—, y la verdad es que... bueno, me gustaría proponerte algo que quizás nos beneficie a los dos. —Se rasca la nuca con la mano libre y lo miro con interés.

—Decíme —aliento, al ver que se quedó callado. Se aclara la voz.

—En un mes cumplimos un año juntos. —Asiento con la cabeza—. Y quizás puede que ya podamos... convivir juntos.

En ese momento, piso una baldosa suelta, me doblo el pie y caigo de cara al piso. Mi rostro empieza a arder de vergüenza y, cuando Kevin me ayuda, noto que está tratando de no reír.

—¿Estás bien? —cuestiona. Asiento con la cabeza mientras sacudo mis manos y limpio mis rodillas—. ¿Segura?

—Sí, estoy bien, galán. No pasa nada... mientras no tenga caca en la cabeza —replico con tono divertido y él sonríe.

—Deberías mirar mejor por dónde vas —comenta, tomando mi mano nuevamente y volviendo a caminar—. Te caíste a propósito para no aceptar mi propuesta.

—No. —Me río—. Me caí sin querer y, respecto a lo de convivir juntos... —Pienso un instante y suspiro—. Me parece bien, creo que está bien que empecemos a convivir.

Se detiene en seco, haciéndome parar a mí también. Me mira con una sonrisa sincera y amplia y los ojos brillantes.

—¿En serio? —interroga con algo de duda. Asiento con la cabeza con energía y él se ríe a la vez que me toma entre sus brazos y me hace girar en el aire. No puedo evitar soltar una risotada. Me vuelve a dejar en el piso y me llena el rostro de besos antes de darme uno apasionado en los labios—. Te amo, te amo, te amo —dice con cada beso que me da. Me río.

—Yo también te amo, cada día más.

Me abraza fuerte y cierro los ojos al sentir su cuerpo. Esto es lo que quiero, quizás todo se está dando a la perfección gracias a la galleta que me está demostrando que él es mi verdadero amor, y eso me pone tan feliz.

Llegamos a la pastelería más juntos que nunca. Laura ya nos está esperando en la entrada y sonríe al vernos, aunque al instante hace una mueca de asco.

—Me dan diabetes —dice con tono irónico mientras Kevin abre los candados de la puerta. Nos reímos—. No pueden ser tan dulces, además de que son pasteleros y eso ya los hace bastante azucarados, juntos son como una bomba diabética, una bomba muy tierna.

—Bueno, eso es bueno —contesto con una sonrisa antes de entrar.

La mañana pasa bastante rápido, Kevin me está ayudando con las preparaciones mientras jugamos con las mezclas, tirándonos harina y riendo sin parar. Eso es lo que más me gusta de él, es algo infantil, es bastante juguetón, pero no deja de ser maduro. Es un tipo bastante tierno y amoroso, no puedo dejar de amarlo ni por un segundo.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora