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25 de enero, 2019

Tercer día consecutivo que me despierto con un excesivo malestar. Kevin no se da cuenta porque está preparando el desayuno, pero tengo que salir corriendo al baño para vomitar. Dios, ¿qué me pasa? Me duele la cintura como los mil demonios, hago pis todo el tiempo... Voy a morir.

Lavo mi rostro y voy con mi acompañante. Julián sigue durmiendo en el sillón, así que hago el menor ruido posible hasta que llego a la cocina. Kevin está haciendo panqueques, me encantan, pero con el simple hecho de pensar que tengo que comer me agarran náuseas. Es un asco.

Me mira con preocupación cuando me siento con lentitud.

—Oli, ¿estás bien? —interroga. Niego con la cabeza.

—No me siento muy bien, creo que hoy no puedo ir a la pastelería —replico. Me observa con atención y posa su frente en la mía.

—Tenés fiebre —confirma con expresión seria—. Andá a acostarte, ahora te alcanzo un remedio y descansá, vas a ver que se te pasa.

Asiento con la cabeza y vuelvo a la habitación arrastrando los pies. Al acostarme, hago un par de arcadas, pero no llego a vomitar. Froto mi cintura del lado derecho, el dolor se concentra bastante ahí y es muy molesto. Bufo.

Mi prometido entra con una tapita en la mano llena de un líquido rojo con olor a frutilla. Lo tomo de golpe y lo miro con una mueca divertida al sentir el sabor dulzón.

—Esto me daba mi mamá cuando era chiquita —digo. Él sonríe y asiente con la cabeza.

—Lo sé, pero también funciona para grandes. —Se arrodilla a mi lado y me da un beso tierno—. No me gusta verte mal, mucho menos me gusta tener que dejarte sola porque tengo que ir a trabajar, pero...

—No te preocupes —lo interrumpo—. Está Juli, cualquier cosa le digo a él.

—Bueno, pero si pasa algo más, llamame. —Asiento con la cabeza y da un beso en mi frente antes de irse.

Al final decidimos dejar las vacaciones para otro momento, ya que la presencia de mi hermano en casa nos cortó bastante el momento.

En cuanto cierro los ojos, me quedo dormida.

Otra vez tengo que correr al baño para vomitar y no puedo evitar insultar. Esto es un asco. De nuevo en la habitación, me doy cuenta de que sobre mi mesita de luz hay una caja y una nota sobre ella.

Por favor, Oli, hacetelo. Estás así hace días y ya me estoy preocupando. Te amo.

Cuando veo lo que es, mis manos tiemblan y mi corazón se acelera. Un test de embarazo. ¿Pero en qué momento compró esto? Bueno, supongo que ni lo escuché porque me dormí profundamente. ¿Debería hacérmelo? Lo tiro a la cama y niego con la cabeza. ¿Qué pasa si da positivo? Estoy tan confiada en que no pasa nada, que ver otro resultado me sentaría un poco mal, por lo menos hasta que lo digiera.

Leo las instrucciones de uso una y otra vez, solo porque no me animo a confirmar las sospechas. Kevin se dio cuenta de que hace tres días que tengo síntomas, ni siquiera podemos tener relaciones porque la cintura me duele tanto que no puedo ni moverme. Resoplo y me decido. Saco el test de la caja y me dirijo al baño.

Tengo miedo, mucho miedo. ¿Y si espero a que Kevin vuelva y me lo hago junto a él? Sí, mejor eso. ¿Qué hora será? Deben ser las tres de la tarde aproximadamente.

Me miro al espejo y observo mis ojeras, mi rostro pálido, mi cabello enredado y la preocupación que expresa mi rostro. Así de fea y todo, él me ama. Miro mi anillo y suspiro, quiero que ya mismo sea quince de marzo, quiero casarme con él lo antes posible, se me va a hacer eterno esto.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora