29 de enero, 2019
La primera noche no estuvo nada mal. Armamos la carpa y recorrimos un poco el lugar para al menos darnos cuenta de que no había osos ni cocodrilos.
Como estamos en una especie de bosque, por la noche refrescó bastante y tuvimos que dormir tapados, pero ni bien amaneció ya moríamos de calor. Ayer, que fue el primer día de campamento oficial, no hicimos más que recolectar frutas de la zona, reconocer plantas y vegetación, armar una pila de ramas para encender una fogata y aprender a preparar cosas de supervivencia. No fue nada mal, hasta pensé que podía llegar a disfrutar de esto.
Pero como esta mañana me desperté de demasiado mal humor por el hecho de que estuve toda la noche cacheteándome por culpa de los mosquitos, dolor de piernas de tanto caminar, el pelo horrible por la humedad, y varias cosas más... Sé que no fue una gran idea venir. Lo único que me ayuda es que Kevin está pasándola bien, al menos por ahora. Hasta anoche contó chistes junto a Benjamín y quedé impresionada.
En este momento estamos terminando de desayunar, son las ocho de la mañana y siento que quiero seguir durmiendo, pero bueno. Uno de los líderes del campamento nos apura porque tenemos que ir a una excursión, no sé a qué lago quiere llevarnos, ya empieza la tortura. Mi acompañante se ríe con otro hombre que apenas distingo a causa del sol que me da en el rostro y no me deja ver. Me olvidé de traer el protector solar, soy una tonta.
Noto que Benjamín me mira en silencio a pesar de que la rubia le está taladrando el oído, pero no cruzo ni una sola mirada con él, no quiero que venga a hablarme ni nada, ni siquiera tengo ganas de aguantarlo.
Kevin toma mi mano y me hace volver a la realidad, me recuerda que estoy sentada sobre el pasto húmedo por el rocío de la noche, que las hormigas se llevan las migas de galletitas que se cayeron y que estoy en un campamento lleno de gente que no conozco y que no me cae bien.
Suspiro y lo miro, él me dedica una sonrisa y no puedo evitar devolvérsela. Al menos él está bien. Se pone de pie y me ayuda a incorporarme. Limpio mi cola con las manos y observo como los demás también se están parando.
—Aceituna, cambiá la cara —dice mi acompañante con suavidad. Frunzo el ceño—. Sé que no te gustan los campamentos, pero tratá de pasarla bien, por favor, quiero verte sonreír.
—Está bien —replico—. Voy a intentarlo solo por vos, pero no te aseguro nada.
Me acerco para besarlo y él me abraza.
—Vamos, chicos —dice una mujer morena con una sonrisa divertida—. Vayan a ponerse sus mejores mallas para el Lago Esmeralda.
En el camino al lago, vamos tomados de la mano. Benjamín y María van adelante de nosotros y de vez en cuando se dan vuelta para hablar, pero apenas respondemos. Nosotros vamos hablando en susurros de las cosas que nos rodean, el paisaje es hermoso, completamente colorido gracias a las flores que abundan, hay árboles altos y pájaros cantando.
—A ver cuando nos cruzamos a Blancanieves —comenta un tipo detrás de mí. El grupo se ríe y yo solo me limito a sonreír. No sé porqué estoy tan seria, debo tener otras cosas en la cabeza.
Me hubiera gustado aprovechar las vacaciones para descansar y pensar sobre la boda, pero Kevin es más aventurero y supongo que quería contagiarme ese espíritu.
—¡Oh, Dios! —chilla la rubia y se va corriendo.
—¿Qué le pasó? —le pregunto a Benjamín. Se encoge de hombros.
—Está el lago, se fue a meter —contesta con tono indiferente.
Llegamos. Ya hay varias personas metidas, ¿eso es posible? El agua es verde cristalina, se pueden ver las rocas del fondo y la poca profundidad del lago.
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Las galletas de los deseos |EcdC#2|
Chick-LitLuego de varios meses de amor y dulzura, Olivia es asaltada por las dudas. Deseosa de saber si Kevin es el hombre de su vida, pedirá un deseo de Año Nuevo que traerá varios obstáculos con nombre y apellido. *** Tras ocho meses de relación, Olivia es...