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14 de marzo, 2019

Me estiro en la cama mientras bostezo y miro a Kevin que está todavía dormido. Sonrío mientras contengo mis ganas de acariciarlo.

Hace días que no dormía tan bien. Por el alivio de saber que estoy embarazada y no enferma, la alegría de saber que somos padres puso a Kevin tan feliz que de repente se le pasó el miedo y terminamos en la cama, el saber que hoy es mi último día de soltera y todo está perfecto, no puedo ser tan afortunada. Me siento como nunca.

Me levanto con lentitud y miro el reloj. Las ocho de la mañana, todavía tengo tiempo para prepararme porque las chicas vienen por mí al mediodía. Las náuseas matutinas comienzan a hacer efecto y no puedo evitar hacer algunas arcadas mientras estoy en la ducha. Esto es lo peor del embarazo, los vómitos. Es realmente asqueroso. Aun así, no permito que me arruine mi buen humor.

Salgo del baño envuelta en una toalla y me dirijo a la pieza a buscar ropa. Con el ruido que hago provoco que Kevin se despierte y abre los ojos con pesadez. Sonríe cuando me ve y se levanta de un salto en cuanto nota que estoy casi desnuda.

—Buen día, aceituna —susurra en mi oído desde atrás, deslizando sus labios por mi cuello. Me estremezco ante el contacto y cierro mis ojos para sentir sus besos en mi piel todavía húmeda—. ¿Dormiste bien?

—Sí —respondo, girándome para enfrentarlo.

Dios, sus ojos están más miel que nunca, pero sus pupilas tan dilatadas lo hacen parecer café. Relamo mis labios inconscientemente mientras miro su boca curvarse en una sonrisa seductora. ¡Este hombre va a ser mi marido! Me gané la lotería sin ninguna duda.

Acorta los pocos centímetros que nos separan para besarme y cierro mis ojos para corresponderle.

—Kevin... —susurro cuando sus manos comienzan a subir por mis muslos—. No podemos ahora, tenemos que prepararnos y...

—Todavía tenemos tiempo —me interrumpe siguiendo con sus caricias—. Es el último día que vamos a hacer el amor como novios, dejame disfrutarlo.

No puedo apartarlo cuando sus labios vuelven a unirse a los míos con desesperación. Suelta el nudo de mi toalla, provocando que esta caiga a mis pies y me deje completamente expuesta. Él gruñe contra mis labios al sentir el calor que emana de mi piel y me dirige a la cama sin dejar de besarme.

—Sos demasiado rica, Oli —murmura contra mi boca.

Comienza a dejar una línea de besos desde mi mandíbula, bajando cada vez más por mi cuello, pecho, abdomen y finalmente llega a mi zona más sensible, donde comienza a trazar círculos con su lengua y aumentando el ritmo con cada uno de mis gemidos.

Estoy por llegar, lo siento como un cosquilleo formándose cada vez más rápido, pero él se separa, se saca el calzoncillo y se acerca de nuevo a mí para abrirme las piernas e introducirse lentamente en mi interior. Ahogo un gemido cuando empieza a moverse y se acuesta sobre mi cuerpo, sosteniendo su peso en sus antebrazos.

Me besa con delicadeza y pasión a la vez, queriendo saborear cada centímetro de mis labios.

—Te amo —susurra en mi oído.

—Te amo más —contesto con la respiración agitada.

Me hace el amor con tanta delicadeza, como si fuese algún material frágil, como si pudiera romperme fácil. Y a la vez siento todo el amor que me tiene con cada caricia, cada palabra, cada beso que me da. Mi corazón se funde con el suyo, somos solo uno y sé que jamás podré despegarme de él.

Cuando estamos lo suficientemente cansados y satisfechos, me acuesto sobre su pecho y comienzo a jugar con su abdomen mientras él acaricia mi pelo con suavidad.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora