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21 de febrero, 2019

Hace tres días que no para de llover. Con las chicas nos pasamos posponiendo la salida para ver vestidos, así que todavía no sé qué voy a ponerme.

Con Kevin corremos de casa a la pastelería y viceversa, no se puede estar afuera porque está todo inundado, es un horror. La lluvia me gusta, pero por dos horas. Más de un día no la aguanto.

Estamos en el local, atendiendo a la poca gente que hay, ya que al llover nadie quiere salir. Laura está aburrida, sentada en uno de los bancos mientras se pinta las uñas. Kevin en la cocina, pero no está cocinando, ya que tenemos de sobra, sino que está hablando con su padre de algún asunto entre ellos. Y yo estoy limpiando el mostrador una y otra vez, con un mal humor impresionante.

—Lau —la llamo a mi compañera. Ella me mira—. Andá a casa.

—Pero recién empezamos —dice confundida.

—Sí, pero mirá, va a llover todo el día y no vamos a tener mucha gente. Tomate el día libre y Kevin y yo nos las arreglamos.

—¿Segura? —cuestiona poniéndose de pie—. En serio, no tengo problema en quedarme.

—Tranquila, no pasa nada. Andá.

Ella asiente algo dudosa, me saluda y se va. Observo el local con apenas dos clientes y resoplo. El reloj apenas marcan las nueve de la mañana, es súper temprano y yo ya me quiero ir.

Kevin vuelve y me observa con atención. Arquea las cejas y yo lo miro con expresión interrogante.

—Estás limpiando el mostrador hace dos horas —dice con una sonrisa divertida. Suelto una carcajada y suelto la esponja.

—Es cierto, pero estoy aburridísima y no sé qué hacer.

—Estoy igual —comenta él. Se rasca la ceja y me mira como si quisiera contarme algo—. Lautaro me mandó un mensaje, me pregunta si puede venir con María, sabe que no te llevas bien con ella y para evitar inconvenientes decidió preguntar.

—Me siento mal porque tu amigo esté con esa, espero que no se implique sentimentalmente o va a sufrir.

—¿Entonces viene o no? —interroga con poca paciencia. Ruedo los ojos y asiento con la cabeza, aunque de pronto me viene una idea extremadamente loca y contengo una risita de maldad—. Le aviso.

—Voy a hacer brownies —comunico—. Sé que a él le gustan y va a ser divertido.

—Genial. ¿Te ayudo?

—¡No! —exclamo—. No, no, vos quedate acá a cuidar...

—Bueno... —Se encoge de hombros y saca su celular.

Suspiro de alivio cuando bajo a la cocina y busco entre los cajones escondidos la bolsita de marihuana que una vez le saqué a Romina. Debe estar súper vencida porque es vieja, ni siquiera sé si esas cosas vencen, pero bueno. Es mi oportunidad de que pruebe los brownies locos y, de paso, hacer pasar vergüenza a la rubia.

Estoy riendo por lo bajo, mezclando los ingredientes, cuando Kevin entra a la cocina. Salto del susto, y con ello suelto la bolsita que tengo en la mano, provocando que todo el contenido se derrame por el piso.

—¿Eso es lo que creo que es? —me pregunta mi acompañante con tono completamente serio, al igual que su expresión. Siento mi cara arder y trago saliva—. ¿Qué estás haciendo, Olivia? ¿Ibas a drogar a mi amigo?

—¡No! —contesto, pero luego suspiro—. Bueno, un poquito. Iba a ponerle menos de un gramo...

—¿De dónde lo sacaste? ¿Estás tomando eso? —No respondo y miro hacia abajo—. ¿¡Te estás drogando, Olivia!?

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora