8 de marzo, 2019
Marco el número de Romina una y otra vez, pero nada. La muy maldita me está cortando la llamada, lo sé muy bien. Me doy por vencida y llamo a Cinthia, sé que ella no va a poder contenerse y me va a responder.
Intento unas tres veces más con cada una hasta que me canso. ¡Son unas brujas! No puedo creer que me hayan devuelto a esa cosa horrorosa, en serio. Para colmo está diferente, no solo tiene esa cara aterradora, sino que le metieron una especie de galleta de plástico en la boca a la fuerza y se le deformó toda la cara. Pobrecito mi ex duende.
Kevin cambia de canal por décima vez mientras bufa y acomoda un poco mejor la almohada debajo de su cabeza.
—No hay nada para ver, aceituna —se queja él.
Yo ruedo los ojos y sigo marcando el número de las dos, no voy a parar hasta que alguna me atienda, soy capaz de llamarlas hasta en la madrugada y cortarles su sueño. Me pongo a caminar como loca por toda la habitación, soltando insultos cada vez que me cortan y queriendo romper al pobre muñeco que está sobre mi mesita de luz. Mi acompañante me mira con expresión divertida.
—Bueno, esto es más entretenido que ver una película —murmura riéndose. No puedo evitar sonreír y le saco la lengua. Me siento en el borde de la cama y suspiro frustrada. Ya me cansé, no me van a atender.
—Son malas —comento. Él se arrastra hasta sentarse a mi lado y me abraza por los hombros—. No me contestan, ni siquiera me quieren decir por qué me lo devolvieron. ¡Las llamé todo el día y no son capaces de responder! ¿No piensan que puede ser una urgencia?
—¿Y si les mandas un mensaje diciéndoles alguna mentira para que crean que pasó algo malo y no puedan evitar llamarte? ¡O vamos a la casa de alguna! —responde intentando subirme el ánimo. Niego con la cabeza y me acuesto en su regazo.
—No, mañana intentaré llamarlas de nuevo. Si vamos a la casa no nos abrirían, estoy segura. Además, ya es tarde y estoy cansada. Quizás deberíamos dormir.
—Pero yo no tengo sueño —expresa con tono infantil, como un nene que no quiere dormirse—. Ni siquiera hay algo bueno en la tele, estoy aburrido y tengo ganas de moverme.
—Hacé ejercicio —opino. Hace un sonido de protesta y suelto una carcajada—. No sé qué decirte, amor, yo sí tengo sueño.
—Entonces hacemos ejercicio juntos. —Siento que sonríe y niego con la cabeza—. Está bien, sé que tenés sueño, pero si te movés se te va... o quizás te cansa más y dormís mejor. ¿Qué decís?
—Es un rotundo no. No quiero hacer ejercicio, Kevin, quiero quemar calorías durmiendo. ¿Está bien?
Salgo de sus brazos y me acomodo en la cama, tapándome la mitad del cuerpo con la sábana. Me pongo boca abajo y cierro los ojos, a pesar de que siento la mirada de él sobre mí. Escucho que resopla, el peso que sentía de su lado desaparece al notar que se levantó y al instante el ruido de la ducha llena el silencio. Doy media vuelta y abro un ojo para asegurarme de que realmente está en el baño y me levanto de nuevo.
Me dirijo a la cocina en puntitas de pie y rebusco los duraznos en la heladera. Los encuentro metidos en el cajón de las frutas y saco uno para comerlo.
—¡Así te quería agarrar! —grita Kevin, haciéndome sobresaltar del susto. Con tan solo una toalla en su cintura se acerca a mí con expresión burlona—. No había ni una rata, sos vos la que se roba las frutas todos los días.
—Casi me hacés morir de un infarto —digo con la boca llena. Me llevo una mano al corazón para hacer de cuenta que estoy más asustada de lo que piensa y se ríe—. Además, yo no robo frutas. Simplemente las como. —Me encojo de hombros y noto diversión en su semblante.
ESTÁS LEYENDO
Las galletas de los deseos |EcdC#2|
ChickLitLuego de varios meses de amor y dulzura, Olivia es asaltada por las dudas. Deseosa de saber si Kevin es el hombre de su vida, pedirá un deseo de Año Nuevo que traerá varios obstáculos con nombre y apellido. *** Tras ocho meses de relación, Olivia es...