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12 de marzo, 2019

¡Negativo de nuevo! ¿Pero es que es posible? Dejé pasar un día más sin que me bajara para darle la última oportunidad, pero al parecer algo me está fallando.

Chasqueo la lengua mientras tiro la prueba de embarazo al tacho y lavo mis manos. No puedo creerlo, sé que tengo que ir al doctor, pero la simple idea de pensar que tengo que sacarme sangre me hace descomponer. Aunque quizás me ahorro ese paso si el doctor me hace una ecografía, esa puede ser otra buena opción.

—¿Oli, estás bien? —pregunta Kevin desde afuera, sacándome de mis pensamientos.

Él no sabe que repetí el test y sé que se está tomando bastante bien el hecho de que no sabemos lo que me está pasando, aunque a veces noto que la ansiedad lo pone bastante nervioso, teniendo en cuenta que esta semana solo hicimos el amor una sola vez porque tiene miedo de que me pase algo.

—¡Sí! —contesto—. ¡Ya salgo!

Abro la puerta de golpe y él se cae para adelante, delatando que estaba escuchando todo. Estallo en carcajadas y lo ayudo a levantarse mientras su cara se pone cada vez más roja de vergüenza.

—Solo quería ver si estabas bien —se defiende intentando no perder la dignidad. Mira alrededor y sus ojos se clavan en el tacho de basura. Trago saliva al comprobar que el papel higiénico no envolvió bien la caja del test y su cara que anteriormente estaba roja, ahora está completamente pálida—. ¿Qué resultado...?

—Negativo —lo interrumpo con firmeza, intentando sonar lo más fría posible.

Su semblante es dudoso, está entre incrédulo, sorprendido y decepcionado. Suspira y se acerca para abrazarme.

—Vamos al médico —murmura en mi oído. Asiento con la cabeza en su pecho y lo pego más a mi cuerpo—. Mañana, ¿te parece?

—Ay, tenemos que terminar la torta, preparar la decoración, ir a recoger los souvenirs, pedirle a los chicos que... —comienzo a replicar, pero me interrumpe con un chistido.

—Primero es tu salud, después podemos hacer todo eso —comenta alejándose—. No te preocupes.

—Estoy segura de que es por el estrés, te apuesto a que nos casamos y en la luna de miel me viene, es obvio, siempre viene en los peores momentos —digo. Rueda los ojos y no dice nada, solo sale del baño y lo sigo hasta la cocina—. ¿Estás bien?

—Sí, solo que se estaba quemado el bife —responde con aspecto distraído.

Respiro hondo y me siento en la encimera de la cocina, él me mira de reojo y esboza una sonrisa torcida. Saca la carne cocida de la plancha y coloca otro pedazo crudo para que se vaya cocinando. Mientras tanto, se acerca a mí, pone sus manos en mi cintura y me besa con lentitud, saboreando mis labios. Suelto un suspiro al sentir su lengua acariciando la mía y abro un poco más la boca para profundizar el beso.

Entierro mis manos en su pelo, rodeando su nuca y mis piernas envuelven sus caderas para pegarlo más a mí. Siento que gruñe al no poder contenerse y aprovecho su debilidad para comenzar a desabrochar los botones de su camisa.

—Oli, no, ahora no —murmura y siento la voluntad que pone para no seguir la situación—. La carne se va a quemar, la comida se va a enfriar y...

—Y tenés miedo —termino por él, suspirando con resignación. Hace un sonido afirmativo y se aleja para seguir cocinando—. No sé de qué. En caso de que estuviera embarazada... Bueno, solo es un embarazo, no es una discapacidad que impide que tengamos relaciones.

—¿Y si es algo más? —cuestiona exasperado—. ¿Si es algo malo y teniendo sexo se agrava? Por eso es que tenés que ir al médico cuanto antes, Oli, por Dios.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora