Capítulo 22: Ariadna.

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No comprendo bien lo que está sucediendo, apenas y he conseguido entender la magnitud de la maldad de Nuria. Al leer los documentos que tenía escondidos mi corazón latió de una forma desbordada, sentí que me estaban diciendo que he ganado la lotería y aún mejor que eso. Saber que soy la tutora legal de mi hermana es la mejor noticia que puedo recibir en este mar de problemas que no parecen tener fin.

Abrazo tan fuerte a Magda que empieza a quejarse y se aparta de mí confundida. Es cuando me doy cuenta de que Leo ha hecho lo mismo, que los papeles están en el suelo y los recojo y meto a mi bolso antes de subir la mirada, ponerme de pie y congelarme por completo al mirar a una mujer frente a nosotros vestida toda de negro, lleva un gorro en la cabeza que le cubre la mayoría de la frente y totalmente las orejas y por completo el cabello, trae una gafas de sol negras y un arma en su mano, a su lado hay dos hombres igualmente armados.

Mis ojos viajan de uno a otro y finalmente se estancan en Leonel. ¡Qué demonios está pasando!

—Leo —susurro al ver su expresión nerviosa, el color de su piel se ha tornado demasiado blancuzca y las manos le tiemblan sin parar.

—¡Cállate! —me grita la mujer y como puedo tomo a Magda de los hombros y la acerco a mí hasta ponerla detrás de mi espalda como único recurso para protegerla.

—Leo —vuelvo a intentarlo pero no me contesta—, ¿quiénes son ustedes?

La mujer le regala una sola mirada al tipo más alto, este levanta la mano y me lanza un golpe en la cara tan fuerte que me tumba al suelo. Magda grita enloquecida y Leonel se le lanza encima reaccionando al fin.

—¡No vuelvas a tocarla hijo de puta! —vocifera y la mujer se ríe.

—Con que ella saca tu verdadera personalidad, hijo mío.

Al oír las últimas palabras entiendo frente a quién estamos. Es Rocío, maldita sea. ROCÍO. Mi corazón late aún más fuerte y descontrolado que antes. Miro desde el suelo y con desesperación a la casa más cercana, esta cuadra en particular está bastante abandonada, la mayoría ha decidido vender sus casas y mudarse al centro del pueblo, sin embargo mantengo la esperanza de que alguien esté en alguna de las casas habitadas y no sucede nada.

Magda se arrodilla a mi lado llorando y niego con mi cabeza haciendo un esfuerzo por levantarme, el golpe me ha dejado mareada y ya puedo sentir la sangre recorriendo mi piel, aunque en cuanto veo que a Leo lo toma del cuello el otro hombre que acompaña a su madre y le pone el revólver en la frente algo tira de mí y me hace ponerme de pie inmediatamente.

—No le hagan daño —es lo primero que digo.

—No, cariño, si no le haré daño. Es sangre de mi sangre, a la que le haré daño es a ti o a esa pequeña princesa. ¿Acaso Leonel como tú lo conoces te ha dicho alguna vez lo mucho que disfrutamos la compañía de mujeres?

Siento como si una cubeta con agua fría me ha caído encima, mi primer instinto es gritar, correr, huir, pero me basta pensarlo un segundo para entender que no puedo hacer nada, que si lo intento siquiera podrían dispararme o a Magda, y jamás dejaría a Leonel enfrentando esto solo. Me repito mentalmente que si pierdo la poca concentración que me queda le volveré las cosas demasiado sencillas a esta mujer y me muerdo la lengua con una fuerza descomunal para descargar mi frustración y hasta mi ira por ser víctimas de una mujer sin escrúpulos, también lo hago para despertarme, reaccionar de una forma prudente.

Leonel lucha por soltarse y le imploro con la mirada que no lo haga más, que hay que resistir, no provocarlos. Mi pequeña hermana tiembla de pies a cabeza con los ojos enrojecidos y más blanca que una hoja de papel.

Dulce Adicción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora