Capítulo 2: Ariadna.

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En multimedia :
Taylor Swift - Everything Has Changed ft. Ed Sheeran

           

Al abrir los ojos mi pequeña felicidad termina. La canción ha finalizado y la única actividad que disfruto en este bar también. Sé que en cuanto me baje de este escenario Nicky me dará una reprimenda. Se supone que debía subir y cantar alguna canción de forma sensual y animar a los clientes, y yo; yo he decidido llevar la contraria como casi todas las noches. La única razón por la cual ese hombre no me echa a la calle es que soy la mesera que mejor propina recibe, aunque cada uno de esos desgraciados centavos me dan asco.

Si solo pudiera irme de aquí, si tuviera el suficiente dinero para largarme a la nada y olvidarme de todo y de todos. Empezar de cero. <<Tú serás lo que tú quieras ser>>, decía mi padre cuando creí tener una familia. No soy nada de lo que un día soñé, ni siquiera creo valer la pena. No tengo sueños, ni ambiciones, una meta clara. Vengo cada noche a este bar a ganarme el pan que pondré mañana por la mañana en la mesa de casa y permito que esos hombres me coman con los ojos, me sienten en sus piernas y soporto sus asquerosos miembros erectos debajo de sus pantalones.

¿Por qué sigues ahí Ariadna? Me pregunto cada noche en mi cama. La respuesta respira de forma pausada en la misma habitación: Magda, mi hermanita de diez años. Papá volvió a casarse después de la muerte de mamá y al principio Nuria era una buena mujer, más bien actuaba como una. Papá murió años después y Nuria se quedó con nuestra casa y la tutela de Magda quien apenas era una bebé de dos años cuando todo aquello ocurrió, legalmente es su hija. No puedo quitársela, y tengo que llevar dinero a la casa. Ya lo sé, parece el jodido cuento de la cenicienta. La enorme diferencia es que este no es un cuento y nadie me rescatará de mi infierno.

A veces me gusta culpar a papá, mamá murió en el parto de Magda y él de buenas a primeras se consiguió otra mujer. Luego recuerdo lo bueno que era conmigo, siempre presente, jamás me faltó su amor ni sus atenciones. Ojalá siguiera conmigo. 

Mi reputación en el pueblo se ha venido haciendo pedazos, al principio era la rara de la escuela y es que tenía tantos problemas que me fue difícil hacer amigos, no tenía tiempo. Mi idea de ir a la universidad jamás existió y después de lo que esa mujer me hizo, me arrancó la última esperanza de redención. La gente tenía una versión tan diferente de los hechos, y me oculté por mucho tiempo, pero olvidé que un pueblo como Greensboro jamás olvida tus pecados, aunque ni siquiera sean tuyos.

Algunos me llaman "zorra", "fácil", "gata", "rompe hogares" y un sin número de calificativos horrorosos que han venido rompiendo mi alma. Como acto de rebeldía pedí trabajo en el bar creyendo que si me mostraba como todo eso que decían de mí los rumores finalmente se acabarían. Qué equivocada estaba. Las cosas han empeorado desde entonces y los rumores solo han aumentado.

El bar de Nicky no es precisamente un burdel, en todo caso cada uno es dueño de su vida y su cuerpo. Pero no lo es, aunque algunas de las chicas hacen trabajos extras con ciertos clientes. Al principio no quería creerlo y finalmente entendí que, si quieres algo más de dinero obtenerlo es muy fácil. No me he acostado con ningún cliente del bar y aun así, según los pobladores de este colorido lugar, soy la primera en abrir las piernas y cobrar.

—Hiciste lo mismo otra vez —me advierte Nicky—. Sabes perfectamente que hicimos un trato.

Y lo sé a la perfección, la cuestión es que me sentía de humor para cantarle esa canción a cierto cliente que jamás lo sabrá. Un jovencito que seguramente es nuevo en el pueblo me ha pedido inocentemente una hamburguesa, sin segundas intenciones, sin meter mano en donde no debe, sin arrastrarme a sus piernas y toquetearme, sin decirme guarradas al oído. Él solo quería una hamburguesa y eso me hizo sentir humana, no un pedazo de carne. Incluso he llorado. Sí, es la primera vez en mucho tiempo que un hombre me ha hablado con respeto.

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