Capítulo 19: Ariadna.

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En multimedia: You and your heart - We the lion.

Después de lo ocurrido en mi adolescencia entre Nuria y quien ahora es el alcalde del pueblo me había encontrado muy pocas veces con ese hombre. El pueblo es demasiado pequeño para creerlo, pero poco a poco fue ganando fama y sus ojos siempre estuvieron puestos en conquistar un puesto político. Participó en las elecciones en dos ocasiones y necesitaba una reputación intachable, por eso ensució la mía, la de una niña y ganó.

La última vez que nos habíamos cruzado fue de camino a mi casa, estaba en mi lugar secreto y en la carretera su camioneta enorme e intimidante apareció con él abordo. Aún recuerdo las asquerosas palabras que pronunció en esa ocasión y que intentó echarme encima semejante vehículo para asustarme. Creo que la única razón por la cual no intentó más esa vez fue porque de pronto la carretera empezó a poblarse de más autos y eso lo detuvo.

Hacía casi tres meses que no nos cruzábamos, él jamás visita el bar, eso sería poco correcto en nuestro perfecto e intachable alcalde.

Presiono la mano de Leo asustada, nerviosa, aturdida porque cada vez que veo a este hombre la imagen de aquella niña asustada mirando a aquellos pervertidos desnudos regresa a mi mente. Por un segundo olvido por completo que mi chico tierno y dulce sabe bien la historia y no es hasta que suelta mi mano con brusquedad y da un paso hacia adelante encarando a Timoteo que recuerdo todo. Se lo he confesado.

Mis piernas luchan por moverse e Isaac no entiende nada.

—Leo...

—¿Usted es Timoteo Banister? —¡Vaya! Incluso recuerda su nombre.

—Leonel —lo intento una vez más.

—Espera Ari, quiero saber si este es el alcalde de mierda que tiene este pueblo.

—¡Leonel!

—¿Leo qué cojones te pasa? —exclama Isaac sorprendido.

—¿Quién te crees que eres muchachito estúpido? —El alcalde escupe las palabras con rabia.

—Soy quien va a romperle la cara —grita y lo empuja. La gente que se acumula en la comisaria murmura sin parar. Yo pego un grito e Isaac tira los papeles y su maletín al suelo en un intento de detener a su hermano.

La diferencia de edades y fuerzas es evidente, el alcalde cae sobre un escritorio y el alguacil molesto impide que Leonel realmente lo golpee.

—¡Arresten a ese idiota! —ordena el alcalde como si fuera dueño del mundo.

—No, por favor —suplico al instante.

—¿Por qué no propone que lo arresten a usted pervertido de mierda? —vuelve a gritar Leonel y no lo comprendo. Está irreconocible.

—Vámonos de aquí —casi ordena Isaac tirando del brazo de Leo.

—¡Suéltame Isaac! No voy a irme de aquí hasta romperle la cara. ¿Si se acuerda de Ariadna imbécil? —bufa, tiene la cara enrojecida, está desorbitado.

—Te lo suplico, Leo, marchémonos.

—¡No! ¡No!

—Leonel pero qué mierda te pasa —se exalta Isaac y esta vez consigue tomarlo de ambos brazos y tirar de él.

—¡Que lo arrestes! —le exige el alcalde al alguacil. No sé si es la impresión pero no reacciona. En este pueblo nadie se mete con Timoteo. Nadie.

—Lo está confundiendo, alcalde —interviene Isaac—, ahora mismo me lo llevaré. Le ofrezco una disculpa.

Como puede Isaac saca a rastras a Leonel y con las manos temblorosas recojo las cosas de Isaac y los sigo a pasos apresurados. No he llegado a la puerta cuando una mano me sujeta, la gente observa toda la escena sin perderse un solo detalle.

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