Capítulo 15: Leonel.

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En multimedia: Kodaline - Shed a Tear.

           

Estoy tratando con todo mi ser controlarme, pero joder qué difícil es cuando la tengo completamente desnuda, debajo de mí, jadeando de la forma en la que lo hace cuando mis dedos la exploran.

No hay nada que no me guste de ella, no hay parte de su cuerpo que no desee tocar, acariciar, besar, poseer. Me gusta de pies a cabeza y la deseo sin límites. Es jodidamente especial entender que la diferencia es enorme cuando no solo se trata de un cuerpo, de una noche, de una necesidad. Cuando entiendes que se entrega más que piel y movimientos todo empieza a tener sentido.

Su interior está tan húmedo y caliente. Perfecto. Sus pezones endurecidos hacen que mi lengua se inquiete y mientras mis dedos entran y salen de su interior mi boca los ataca. Sé que ha intentado con otros hombres borrar sus recuerdos, que ha tratado de sentir algo más que simple tacto, que ha hecho esfuerzos por superar de esa manera, y yo solo pretendo conseguirlo, estremecerla por completo, que entienda sin urgencia de palabras que lo que está a punto de ocurrir es más que sexo.

Sus manos temblorosas llegan hasta la abertura de mi pantalón y como puede lo desabrocha. Pronto cae al suelo junto a mi ropa interior y estamos en igualdad de condiciones. Estoy tan excitado que bien podría terminar con solo escuchar los sonidos que salen de su garganta. Me tomo un pequeño tiempo para observar cada curva poco pronunciada de su esbelto cuerpo expuesto sobre la cama. Ella hace lo mismo conmigo. Es preciosa, de verdad, lo es.

Loco por probar cada espacio y absorber su esencia me tumbo completamente sobre ella y le doy pequeños besos en el rostro, me tardo más tiempo saboreando su boca, recorriendo su interior con mi lengua, en lo que mis manos aprietan sus muslos con fuerza y separo sus piernas. Su cuello no se me pasa desapercibido, beso cada centímetro hasta bajar a sus pechos y los acaricio despacio, hago círculos a su alrededor para continuar con su torso, su estómago, su ombligo.

Me detengo solo un momento en el centro de su cuerpo y ella se retuerce. Mis labios marcan de a poco la línea que se forma en medio de su sexo y esconde su entrada. No hago más que besarla, de principio a fin, cada maldito centímetro. Aunque quisiera pasarme horas probando esa parte en especial de su cuerpo, continúo el recorrido hasta llegar a sus pies.

Mi miembro duele y si pudiera hablar se quejaría por la espera. Deseo invadirla sin premuras y al mismo tiempo perder la cabeza. Deseo ser delicado y también una bestia. Ariadna me enloquece con una de sus miradas, tenerla de esta forma requiere de toda mi concentración para no arruinar el momento. Ella es especial.

Me pierdo entre sus piernas y recuerdo en este justo momento que no traigo un jodido preservativo. Joder, joder, joder, joder. ¡Cómo puedo ser tan estúpido! De acuerdo, en mi defensa no pretendía que esto pasara hoy, de hecho no pretendía propiciar un momento de esta índole en mucho tiempo. Creí que después de su confesión sería un entorno complicado y ahora estamos aquí, sin protección.

¡Eres un imbécil Leonel!

—Ari —inicio nervioso, me mira esperando mis siguientes palabras. Sonaré como un inexperto—, después de nuestra conversación en los plantíos no esperaba que esto sucediera pronto, no pensaba presionarte de ninguna forma y no traigo conmigo un preservativo.

—Puedo resolverlo después —propone y en otras circunstancias no aceptaría, ya he estado antes con una que otra mujer que me ha dicho lo mismo y nunca lo he hecho de esa forma—. Pero si no te sientes cómodo porque he estado con otras personas y crees que quizás pueda tener...

Me río porque no sé hasta cuándo consiga hacerla entender que su pasado me tiene sin cuidado. Que me he enamorado de la mujer que es hoy. No hago más preámbulo y antes de que pueda terminar de decir la tontería que estaba a nada de expresar, muevo mis caderas hacia adelante rozando su sexo y sin previo aviso la invado. Sus palabras son interrumpidas por un gemido, no he sido brusco pero tampoco lo he hecho precisamente despacio.

Dulce Adicción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora