Capítulo 23: Ariadna.

11.4K 1.2K 376
                                    


En multimedia: M83-Wait

           

He corrido en busca de ayuda al lugar menos indicado, sintiéndome lo suficientemente valiente como para arriesgarme a lo que fuese necesario y, ahora me siento tan débil, tan pequeña y cobarde, tan temerosa de lo que ocurra a partir de este momento. Mis manos se juntan sobre mis piernas y las ganas de enterrar mis uñas en busca de provocar algo que me haga ponerme de pie y salir huyendo de este lugar prevalece.

—¿Sabes? Siempre me has gustado, desde que eras una adolescente, pero sabía lo que me pasaría si te tocaba como yo quería, ahora que eres una mujer las cosas cambian de perspectiva, ¿no crees?

—Timoteo...

—Sé muy bien el caso de los Carter, mi buen amigo alguacil me ha puesto al tanto. Sería una lástima que no moviéramos ni un dedo para ayudarlos, ¿cierto?

—Por favor, solo tienes que llamar y pedirles que inicien una búsqueda. Dentro de ti tiene que existir algo bueno, algo honorable —pierdo mi tiempo intentando que entre en razón.

—Mira Ariadna, los hombres llegamos a cierta edad en la que la carne fresca nos llama demasiado la atención, las jovencitas como tú hacen que hasta un muerto se pare. Así que si quieres que haga la llamada, quiero que te desnudes, que seas mía... una noche, es todo lo que pido. —Su sonrisa se ensancha como el maldito depravado que es.

—¡Por favor! ¡Por favor! —le suplico tirándome al suelo de rodillas—, haré cualquier otra cosa que me pidas, cualquier cosa pero por favor haz la llamada, te lo suplico, te lo imploro. Tiene que haber algo bueno en ti, no puedes ser tan cruel. 

—Me temo que no hay otra forma de que esto funcione, a menos que te quieras abrir de piernas para mí, justo en esta mesa. —Le da unas palmadas al escritorio.

Las ganas de vomitar me inundan. Si la policía permite que pasen cuarenta y ocho horas es probable que no volvamos a ver a Leo nunca más, que su madre incluso lo asesine antes y, a pesar de saber que ya ni siquiera están en este pueblo, que podrían esconderse en el siguiente, irse a la ciudad o conducir en carretera abierta hasta encontrar un buen sitio para ocultarse, yo necesito ayudarlo de algún modo. Él se sacrificó por mí, por mi hermana.

Sé el miedo que a Leo le provoca esa mujer, lo mucho que ha trabajado para superar sus traumas, fui testigo de su temor al creer que es como ella, como su padre. Yo simplemente no puedo permitir que su vida acabe de esta manera, pero... no puedo hacer esto, no puedo hacerme esto ni puedo hacérselo a él.

¿Cómo podré soportar que esas asquerosas manos me toquen, que sus sucios labios me besen, que su cuerpo se restriegue sobre el mío, que me haga suya, que me explore, que me sienta? No quiero que otro hombre vuelva a siquiera a verme con otros ojos después de Leonel. Es tan bueno, tan casto de sentimientos, tan puro del alma que al ser tocada por él siento que he sido renovada. No puedo, no puedo, no puedo.

—¿Sabías que sus padres eliminaban a sus víctimas? Quizás lo estén matando ahora mismo y tú no quieres hacer algo tan sencillo, lo terminarás disfrutando. Las zorras siempre lo terminan disfrutando.

Me pongo de pie sabiendo que debo marcharme. Hago el amago de irme solo para comprobar qué tan cruel es, si realmente no piensa hacer nada por un inocente y en efecto no me llevo ninguna sorpresa, porque se ríe a carcajadas de mi intento de salida triunfal, se acerca a mí con violencia y me atrapa contra la pared estando de espaldas.

—Nuria me dijo que no eras tan fácil de convencer, vino a verme después de que la golpearas, quería venganza, matarte con sus propias manos. Estaba dispuesta a ir a quitarte a Magda en ese mismo instante...

Dulce Adicción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora