[Sinopsis]

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Para conocerme mejor, deberíamos echar un vistazo a mi pasado; después de todo el pasado de una persona infiere mucho en su presente.

Tenía unos ocho años cuando mi mundo se sacudió por primera vez, y no, no fue un terremoto, aunque casi se sintió así.

Volvía a casa después de pasar el día en el parque con mi mejor amiga y su familia. Recuerdo que Lily, la mamá de mi mejor amiga, me dejó frente al gran portón de mi casa, o mansión. Me despedí de ellos con la manito y entré con un sentimiento de aprensión, ese que siempre me apretaba el pecho cuando llegaba a casa y sabía que iba a verla. Las cosas en casa no iban lo que se dice bien, mis papás habían comenzado a pelear demasiado seguido para mi gusto, papá ya no tenía tiempo para jugar conmigo y mamá... bueno, ella siempre estaba irritada (conmigo) aunque ahora más que nunca.

Los problemas habían comenzado meses antes, y por lo que pude escuchar espiando detrás de la puerta de su habitación (un mal hábito que tenía) todo tenía que ver con el trabajo de papá. Él era dueño de una empresa de construcción, y cuento corto; la empresa estaba a puertas de quebrar.

Papá intentaba encontrar alguna solución, aunque sin éxito alguno. No me gustaba ver su desesperación, intentaba esconderla de mí pero la notaba en sus ojos cada vez que preguntaba si todo iba bien, me exasperaba no poder hacer nada para ayudarlo, ni siquiera mi idea de vender mis juguetes a mis compañeros había dado resultados. Era frustrante. Y bueno, mamá no ayudaba en nada, en vez de apoyar a su esposo y darle ánimos sólo reclamaba. Que el dinero se acababa. Que no podía hacerse la manicura. Que le cancelaron la tarjeta por impago. Que esto, que lo otro. Lo único que le preocupaba era el dinero, siempre había sido así. Le gustaba presumir frente a sus amigas lo que tenía; a su marido exitoso, a su hija superdotada con notas perfectas, su mansión de millones, su tarjeta con fondo sin límites, sus bolsos y zapatos y vestidos de diseñador. Una vida vacía, aprendí a las malas.

Ella estaba preocupada, sí, pero de lo que podría perder si la empresa cerraba: su estilo de vida.

A mí sinceramente me daba igual, una casa es una casa. El dinero no importaba, solo era un montón de papeles que condicionaban a las personas. La ropa me daba igual, incluso a veces me ponía la misma hasta tres veces, si no olía mal no estaba sucia. Le dije a papá que pasara lo que pasara no se preocupara por mí, yo podría vivir en un cuchitril con tal de estar con él. Digo, con ellos.

Nunca me llevé fenomenal con mamá, simplemente la soportaba por papá, y porque de alguna manera me había dado a luz, así que le debía algo, supongo. Por su parte era lo mismo, me soportaba y exhibía cuando le complacía. Nada de "madre e hija", ni siquiera creo que me tuviera mucho cariño, pero sinceramente me daba igual.

Como decía, caminaba despacio por el sendero que me llevaba a la puerta de la casa. Hice una mueca al tocar el timbre, odiaba esa casa. Era muy grande, muy monstruosa, muy... mucho. Tenía nueve habitaciones, tres plantas, dos piscinas, un bar, un salón de té, una habitación de juegos y solo vivíamos 3 personas ahí. Todo era muy lujoso, muy pulcro, nada que ver con la casa de mi mejor amiga Ema, que era pequeña, de dos plantas y tres habitaciones. Ese sí que era un hogar.

Una muchacha de servicio me abrió la puerta, le sonreí y agradecí mientras entraba saltando. Corrí hasta las escaleras, pero me detuve al escuchar gritos provenir de la oficina que papá tenía en el primer piso.

Dudé antes de dirigirme hasta allí no sin antes ver que no había nadie. Ni siquiera fue necesario pegar la oreja a la puerta pues esta estaba abierta, así que solo me quedé ahí escuchando.

—¡No puedes hablar en serio! — decía papá.

—¡Pues lo estoy haciendo! —gritaba mamá, parecía histérica— ¡No quiero permanecer aquí ni un segundo más!

St. Paul's School (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora