—¡Eh, creo que me ha crecido la polla!
—¿De qué mierda hablas ahora, David?— suelto una risa—, ¡la polla no te crece de un día para otro, cabrón!
—Pues la mía sí. Mirad —suelto un bufido cuando se baja los pantalones, incluido su bóxer, quedando con estos arremolinados en sus pies mientras muestra su polla con orgullo.
Ladeo la cabeza mirando su miembro, y lo encuentro igual que siempre.
—Tio, ¡que no te ha crecido ni el vello púbico! —se carcajea River, mirándolo al igual que nosotros cinco.
—Está igual que el mes pasado, gilipollas —ese es Liam, rodando los ojos.
—No es verdad. El mes pasado me medía diecinueve, y hoy mide veinte —suelta con orgullo, meneando las caderas para que se balancee.
—David, cariño, está del mismo porte de cuando vivía en España. Deja de joder y mírate bien la regla que parece que está defectuosa.
Todos ríen al ver la cara indignada de David, le lanzo un beso en el aire y este se gira hacia Antoine, con las manos en la cintura.
—¿Qué dices tú? ¿La tengo más grande o no?
Antoine se remueve incómodo en su lugar cuando nosotros cinco nos giramos a verlo con atención.
—Y qué sé yo, te conozco hace menos de cinco meses —gruñe mirándole divertido.
David bufa enfadado cuando todos comenzamos a mofarnos de él. Se sube la ropa interior y los pantalones para sentarse junto a Joan, el cuál le molesta con que nunca le crecerá la polla.
—¿Acostumbran a hacer eso? —me giro hacia Antoine, confusa, por lo que se explica—. A ir por allí mostrando su miembro como si nada, frente a ti sobre todo.
Suelto una carcajada, negando con la cabeza y mirando divertida a Antoine.
A ver, partamos en que conocí a los chicos cuando tenía nueve años. Crecí junto a ellos, estuve con ellos cuando comenzaron los cambios hormonales y nuestros cuerpos comenzaron a desarrollarse. Estuve ahí cuando comenzaron a interesarse por chicas, o chicos en caso de Joan, estuve ahí cuando comenzaron a pajearse o exitarse con un roce mínimo en su polla. Me acostumbré tanto a ellos como ellos a mí, así que el pudor de ver sus cuerpos desnudos, o ellos el mío, nunca existió porque al principio solo eramos niños lampiños con mentes infantiles, y luego ya todos dejamos de ser inocentes. Les he visto tantas veces desnudos que ya me da igual y me parece lo más normal y natural del mundo.
—¿Qué dices hombre? Estos zopencos creen que soy un tío más, uno de ellos. Incluso si voy yo y les muestro la vulva de seguro que sus pequeños cerebros piensan que tengo la polla metida en el culo —ruedo los ojos, divertida—. Estoy tan acostumbrada a ver sus pellejos que les da igual, además no es como si tengan algo diferente que no haya visto ya.
Le doy un sorbo a mi gaseosa y Antoine asiente, confuso y para nada extrañado.
—¿A qué hora se supone que es la carrera? —pregunta Felix desde su asiento.
Reviso mi celular viendo la hora: las ocho menos cuarto de la noche.
—A las once —responde Antoine.
—Vale, hay tiempo. ¡Joan, dame el control, es mi turno!
Ruedo los ojos. Llevan casi toda la tarde jugando Fornite, no sé cómo no se les acalambran los dedos.
—Sigo insistiendo en que es un juego de mierda —me quejo por millonésima vez, mientras observo que el esmalte de mis uñas ya está seco —, da igual. Iré a ducharme para estar lista a tiempo.
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St. Paul's School (Terminada)
Любовные романыHela Carvalho tenía una sola cosa en mente al aterrizar en Paris, Francia: Venganza. Iba a vengarse por todo el daño que su madre le causó a su fallecido padre, iba a hacer que su vida perfecta se fuera al carajo, igual que la suya. Con lo que no co...