Capítulo 42

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Despierto al otro día con un fuerte dolor de cabeza. Abro los ojos pero vuelvo a cerrarlos cuando siento la luz chocar con ellos, gruño.

—¿Estás viva?

Frunzo el ceño. Abro un ojo y giro la cabeza viendo a Theodore mirarme curioso, con la misma muñeca de ayer pero esta vez ya vestido.

Le sonrío —Eso parece.

Me incorporo en el sofá y ahogo una mueca de dolor, me duele cada parte de mi cuerpo. Me estiro, y siento mis huesos crujir.

—¡Theodore, te dije que no la molestaras!

Anelisse se acerca a nosotros y regaña a su hijo con cariño. Ordena su cabello y el niño la mira enfadado.

—No me gusta el cabello así, mami.

—Lo sé, pero te ves muy tierno. Anda, ve a cepillarte los dientes y deja de molestar a Hela.

El niño asiente y sale corriendo hacia el segundo piso.

—He preparado el desayuno, creo que te vendrá bien un café. Pero antes ve a lavarte la cara y cepillarte los dientes, apestas.

Suelta una risita y vuelve a desaparecer en la cocina. Alzo la comisura de mi labio para nada molesta, y hago lo que dice.

Anelisse tiene veintiséis años pero parece una mamá de cincuenta, toda mandona.

Voy al baño que hay en la planta baja y me espanto al verme en el espejo. Tengo rímel corrido, mi cabello está más enredado que nunca y tengo ojeras.

Suspiro. Lo primero que hago es pipí, luego lavo mis manos y busco algo con lo que cepillar mis dientes. Me alegro al encontrar un cepillo nuevo y sellado, así que lo uso. Luego lavo mi rostro, con un poco de crema humectante quito el maquillaje y aprovecho para aplicar en mi rostro, es una muy mala idea dormir maquillada.

El cabello es más difícil. Trato de desenredarlo con los dedos pero descarto la idea de inmediato, tomo una de las ligas que tengo en la cortavientos y lo ato en un rodete lo más ordenado que puedo.

Me observo en el espejo y me encojo de hombros, tengo mal aspecto. Bueno, no creo poder hacer mucho más.

Salgo del baño notando un fuerte dolor de cabeza producto de la deshidratación que produce el alcohol, voy a la cocina y le sonrío agradecida cuando Anelisse me tiende un vaso con agua y dos aspirinas.

—Dos son más efectivas que una.

Asiento. Pongo las pastillas en mi boca y las bajo con agua, haciendo una mueca.

Me indica que tome asiento en la pequeña mesa que tiene en la cocina y luego pone frente a mí un plato lleno de waffles con maple y algunos arándanos, además de una gran tasa de café oscuro.

—No tiene azúcar, es mejor para la resaca.

Sonríe, se sienta frente a mí y comienza a comer el mismo desayuno.

La observo, no parece que se haya amanecido y bebido, ni drogado. Parece bastante fresca y llena de vitalidad, nada comparada conmigo y mi nulo ánimo.

Bajo la vista a mi comida y comienzo a comer con ansias, tengo muchísima hambre.

—¿No dirán nada en tu instituto? Te has escapado, y has faltado hoy.

La miro y me encojo de hombros con la boca llena de waffles. Bebo un sorbo de café odiando el sabor amargo de este.

—Me da igual.

—Mami, ya estoy listo.

—¿Listo? ¿para qué?

Anelisse le sonríe a su hijo y luego me mira.

St. Paul's School (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora