Narrador omniciente. (+18)
Hela no se enteraba nunca, pero cada vez que entraba a un lugar, fuese cual fuese y vistiese lo que vistiese, acababa llamando la atención de las personas a su alrededor.
No se fijaba porque no era algo que le importase realmente. Con el tiempo se había acostumbrado tanto a la atención que recibía que ya le daba igual, se sentía igual y casi ni notaba los ojos posados en ella.
Cuando entró a la discoteca tenía otras cosas en la mente, como lo tenso que se había puesto todo cuando se habían saludo allí afuera. Odiaba estar tensa, ella solo quería pasarla bien y divertirse, así que se puso a ello de inmediato.
Todos juntos se abrieron paso hasta encontrar una mesa desocupada donde cupieran todos, encontrándola en el segundo piso. Nada más sentarse uno de los camareros fue a ofrecerles algo de beber, a lo cual solo pidió un jugo de naranja.
No acostumbraba a beber por beber, además que ya le tocaba a ella conducir luego y se ponía nerviosa con alcohol encima como para poner a sus amigos en peligro.
El ambiente de la discoteca no defraudaba nunca. Música de moda, miles de personas bailando y moviéndose bajo las luces intermitentes y el típico halo de seducción que nubla la mente a las personas.
Hela trataba de no mirar a Demian cada que sentía la mirada de este puesto sobre ella o sus piernas, le ponía histérica que tuviese a su novia junto a él y siguiese con sus miraditas.
El otro que la ponía nerviosa era Didier, el cual no había apartado la mirada de ella desde que se saludaron fuera. Como le gustaba jugar lo miraba de manera desafiante, sonriéndole con coquetería y moviéndose lo justo como para que él notase su cuerpo, le encantaba seducir y tontear.
No pasó mucho tiempo hasta que cada quién se fue por su lado. Sus amigos solían separarse de ella en cuanto encontraban alguien que les llamase la atención, en caso de Joan y Félix preferían bailar en la pista abrazados.
Hela no fue la excepción. Bajó a la pista de baile junto a Lara, Steffy y Fran, bailando con ellas hasta que solo quedó Steffy. Algunos chicos se acercaron a invitarla a una copa pero los rechazó con una sonrisa.
—¿Y eso?— preguntó Steffy extrañada la quinta vez que rechazaba a un tío, monísimo de hecho.
Se encogió de hombros sin dejar de sonreir y bailar.
—No me apetece beber nada, ni bailar con nadie. El que quiera sexo que me diga, no necesito que me endulcen nada.— le dijo al oido.— ¿Y tú?
—Quería bailar con tu amigo Liam pero me ha rechazado porque soy muy jóven, o algo así dijo.— se encogió de hombros, malhumorada.— Me ha roto el corazón.
Ambas rieron porque sabían que era broma, pero Steffy realmente se sentía herida. ¿Qué acaso no sabía que la edad era lo de menos? Cabrón, ni que lo quisiera para esposo.
Bailaron un rato más hasta que Steffy finalmente aceptó bailar con un pelirrojo que no perdió tiempo ni a preguntar su nombre y se lanzó a besarla.
Hela reia al verla tocar al chico como si no hubiese nadie más ahí, así que se giró para darles toda la privacidad que se puede en una discoteca rodeada de personas.
Se acercó a ella esta vez una chica, movida por la curiosidad al ver que semejante pivón rechazaba a tanto chico se le pusiera por delante.
—Hola, disculpa si molesto pero ¿puedo bailar contigo?
Hela la miró, sonrió y asintió.
—¿Como te llamas?— preguntó en su oído, moviendo las caderas de lado a lado.
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St. Paul's School (Terminada)
RomanceHela Carvalho tenía una sola cosa en mente al aterrizar en Paris, Francia: Venganza. Iba a vengarse por todo el daño que su madre le causó a su fallecido padre, iba a hacer que su vida perfecta se fuera al carajo, igual que la suya. Con lo que no co...