Capítulo 8

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—¿Me contarás qué hiciste?

Le miro con una sonrisa y niego, por décima vez consecutiva.

—No, ten paciencia.

—Paciencia es lo que menos tengo.

Rio por lo bajo y sigo maquillándome.

—No entiendo por qué las mujeres tardan tanto en arreglarse.— sigue quejandose.— Además tú te ves igual de guapa con o sin maquillaje.

—Lo sé.— digo con simpleza.

Suelta una corta carcajada y lo miro.

Antoine está en mi habitación, acostado en mi cama mientras juega con mi cubo Rubik tratando de armarlo, mientras yo termino de maquillarme para salir.

—Esto es una mierda, armo una parte y se desarma otra.— gruñe lanzando el cubo hasta la mesita de noche.

—Ni siquiera es tan complicado.— le sonrio. Dejo el delineador en mi escritorio y giro a mirarlo.— Ese es el más fácil que tengo, de hecho.

Hace una mueca pero no dice nada y cambia de tema.

—Te ves preciosa.— dice mirandome de arriba a abajo.— Ya veo que valió la pena la espera, aunque no sé a quién quieres impresionar por que solo vamos a una carrera de coches.

Sonrio de lado acercandome a él.

—A la única persona que me interesa impresionar es a mí misma, me gusta verme guapa por y para mí.— le guiño un ojo, tomo un pequeño bolso.— Ya podemos irnos.

Abro la puerta de mi habitación con cuidado y asomo la cabeza para ver si hay algún guardia o algo por los pasillos, ya que se supone que todos los estudiantes debemos estar en nuestras habitaciones después de las nueve de la noche, y ya son las once, además de ser día de semana, por tanto mañana tenemos clases.

—Andando.— exclama Antoine tirando de mi mano y cerrando la puerta de mi habitación.

Me quito los tacones para que no resuenen en el pasillo desierto.

Logramos salir del internado sin que nadie nos vea, aunque los guardias de este sector puede que estén teniendo un profundo sueño en este momento debido a que alguien les dió algo para sacarlos del juego.

—Tendremos que escalar la reja nuevamente, el auto está del otro lado.— me informa en un susurro.

Sonrio, llevo la mano a mi escote y saco unas llaves de él.

—O podemos salir por la puerta donde entran las provisiones.

Mira mi rostro sonriente y luego las llaves en mis dedos con expresión asombrada.

—¿Cómo...?

—Una chica tiene sus secretos.— le tiro un beso y me giro para caminar hasta donde está la puerta por donde entran los camiones con mercadería cada lunes.

—No quiero saber cómo sacaste esa llave de la oficina del director, pero creo que te amo.

Suelto una risita por lo bajo deteniendome ante la gran puerta.

—Haz los honores, Romeo.

Me calzo los tacones mientras él ingresa la llave en la cerradura y abre la puerta.

Salimos del internado sin problemas, nos montamos en el auto y Antoine me vuelve a entregar las llaves.

—¿De quién es este auto?— pregunto cuando llevamos algunos minutos de trayecto, girandome a mirarlo.

St. Paul's School (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora