Capítulo 30

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Martes, 01:35 a.m

—¿Podéis daros prisa?— gruño/susurro en voz baja.— Joder, ¡River! Me has pisado.

—Lo siento.

Ruedo los ojos. Antoine y River siguen contándose chistes estúpidos y riendo entre ellos. Los ignoro, estoy muchísimo más concentrada en lo que tenemos que hacer.

Y en que nadie nos descubra.

—Es aquí, parad.

Me detengo de golpe al iluminar con la linterna mi objetivo. Como los dos tontos que vienen conmigo han estado despistados todo el camino, se chocan conmigo.

—¡Maldición! Debería haber hecho esto sola, no me ayudan en nada.— vuelvo a quejarme.

Me sobo una parte de mis hombros, me duele. Como sea. Pido a ambos que me ayuden a quedar más alta, ponen las manos delante de ellos y me impuslo entre estas para subir.

Una vez logro mi objetivo saco el frasco que trajo David para mí, lo abro y lo volteo todo, hasta la última gota.

—¿Qué es eso?— murmura Antoine.

—Aceite de castor.— sonrio.

Bajo de ahí con su ayuda y rápidamente volvemos por el camino del cual venimos. Al llegar a la torre de chicas, donde se encuentran las habitaciones, subimos en silencio hasta mi habitación. Trato de abrir con cuidado y sin hacer ruido, fallando cuando River vuelve a tropezar esta vez con la pared.

—¿Quién anda ahí?

—Mierda. Los dos, dentro. Ahora.

Nos metemos a mi habitación a ciegas. Cierro la puerta despacio al ver la luz que proviene de una de las linternas de la vigilante nocturna que custodia los pasillos. Los tres nos quedamos en silencio, en la oscuridad escuchando tan solo nuestras respiraciones agitadas debido al susto.

Una vez siento los pasos de la mujer alejarse, Antoine enciende la luz de mi mesita de noche.

—¿Se fue?— susurra.

Asiento. Envuelvo la botella en trapos de ropa y papel periódico. Luego voy al baño y tiro todo. La basura la sacan en la mañana cuando nos levantamos y estamos en clase, así que no hay problema en que alguien se percate de la botellita.

Vuelvo a la habitación mientras me quito la sudadera negra, el gorro y los guantes. Observo divertida a Antoine y River ya acomodados en mi cama, ambos a las orillas.

—¿Y yo dónde dormiré?

—Al centro.— dicen ambos.

Ruedo los ojos. Me quito esta vez las mallas, los tenis y las medias y me acuesto entre ambos quejándome del poco espacio que me dan. Y eso que es mi cama.

—Alejad vuestros traseros de mi cuerpecito.— chillo cuando ambos arriman su culo en mi espalda y estómago.— ¡Hey!

Me ignoran.

—Oigan...— vuelvo a intentar correrlos, sin conseguirlo. Bufo.— Par de idiotas. Buenas noches, espero que tengan pesadillas feas.

Sueltan risitas por lo bajo. Ruedo los ojos y me acomodo para dormir apretujada entre los dos.

(...)

Para cuando la hora de la comida llega, ya todo el internado tiene vómitos, deshidratación y dolor de estómago. Finjo que yo también me siento mal para no levantar sospechas, y cuando voy a la enfermería rodeada de un grupo de compañeros, la encuentro llena. Incluso Louis y algunos profesores están ahí con rostros pálidos y muecas.

St. Paul's School (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora