Debido a un acuerdo entre las hermanas, Elizabeth escribió a
la mañana siguiente a su madre para rogarle que les enviara el
coche durante el día. Pero la señora Bennet, que había calculado
que sus hijas siguieran en Netherfield hasta el martes siguiente,
con lo cual Jane habría permanecido allí una semana, no estaba
dispuesta a acogerlas con los brazos abiertos si regresaban
antes. Por tanto, su respuesta dio al traste con los planes de las
jóvenes. Les envió recado diciendo que no podían disponer del
carruaje antes del martes, pues estaba muy deteriorado por
haber recibido unos disparos de mosquete durante una
escaramuza entre soldados y un grupo de zombis cerca del
campamento en Meryton.
Eso era en parte cierto, pues el vehículo había quedado
atrapado en un fuego cruzado cuando Catherine y Lydia lo
habían utilizado para visitar a un grupo de oficiales; pero los
daños eran menos graves de lo que la señora Bennet daba a
entender. En su posdata añadió que si el señor Bingley y su
hermana les rogaban que se quedasen unos días más, debían
aceptar. No obstante, con el fin de no prolongar su estancia,
Elizabeth instó a Jane a que pidiera prestado de inmediato el
coche al señor Bingley. Por fin decidieron manifestar su intención
de abandonar Netherfield y pedir que les prestaran el faetón.
Dicha petición suscitó numerosas manifestaciones de
preocupación, y Bingley y su hermana rogaron a las jóvenes que
se quedaran al menos hasta el día siguiente para dejar que la
tierra se endureciera más. Elizabeth y Jane accedieron a aplazar
su partida hasta el día siguiente. La señorita Bingley se arrepintió
enseguida de haberles pedido que se quedaran, pues sus celos y
antipatía hacia Elizabeth superaban en mucho su afecto por Jane.
El señor Bingley se mostró sinceramente consternado al
averiguar que deseaban partir tan pronto, y trató reiterada e
infructuosamente de convencer a la señorita Bennet de que era
una imprudencia, de que aún no estaba lo bastante restablecida
para pelear en caso de que unos innombrables atacaran el
coche; pero Jane le recordó que Elizabeth era una
guardaespaldas tan eficaz como cualquiera en Inglaterra.
El señor Darcy acogió la noticia con agrado, pues opinaba
que Elizabeth había permanecido demasiado tiempo en
Netherfield. La joven le atraía más de lo conveniente, y la
señorita Bingley se mostraba grosera con ella y no dejaba de
lanzarle pullas a él. Darcy decidió no mostrar la menor señal de
admiración. Firme en su empeño, durante todo el sábado apenas
dirigió diez palabras a Elizabeth, y aunque en cierta ocasión se
quedaron solos durante media hora, Darcy se enfrascó
quedaron solos durante media hora, Darcy se enfrascó
deliberadamente en la lectura de su libro, sin siquiera mirarla.
El domingo, después del servicio religioso, llegó el momento
de las despedidas. La amabilidad de la señorita Bingley hacia
Elizabeth aumentó rápidamente, así como su afecto por Jane; y
cuando se separaron, después de asegurar a ésta que siempre
sería un placer para ella verla en Longbourn o Netherfield,
abrazándola con ternura, la señorita Bingley incluso estrechó la
mano de Elizabeth. Elizabeth se despidió de todos con aire
jovial.
El trayecto a Longbourn fue muy agradable, salvo por el
breve encuentro con un pequeño grupo de niños zombis, sin
duda procedentes del orfanato de la señora Beechman, que
había caído recientemente junto con la parroquia de St. Thomas.
El cochero del señor Bingley no pudo por menos de vomitar
encima de su corbata al ver a los diablillos devorando unos
cadáveres endurecidos por el sol en un campo cercano.
Elizabeth echó mano de su mosquete, por si las atacaban. Pero
tuvieron suerte, y los condenados chiquillos no prestaron
atención al coche.
Cuando llegaron, su madre las recibió con escasa
cordialidad. La señora Bennet opinaba que habían hecho mal en
regresar tan pronto, y estaba segura de que Jane había vuelto a
acatarrarse. Sus protestas arreciaron al ver la corbata del
cochero manchada de vómitos, una prueba irrebatible de que se
habían topado con unos innombrables en la carretera. Pero su
padre se mostró muy contento de verlas, pues la ausencia de
Elizabeth y Jane restaba aliciente a las sesiones vespertinas de
Elizabeth y Jane restaba aliciente a las sesiones vespertinas de
adiestramiento en las artes mortales.
Las jóvenes hallaron a Mary, como de costumbre, absorta
en el estudio de la naturaleza humana; Catherine y Lydia tenían
otro tipo de noticias para ellas. En el regimiento se habían
producido muchas novedades desde el miércoles anterior; varios
oficiales habían comido recientemente con el tío de las hermanas
Bennet, un soldado raso había sido azotado por cometer actos
licenciosos con un cadáver, y corría el rumor de que el coronel
Forster iba a casarse.
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Orgullo y prejuicio y zombis
RomanceVersion de Jane Austen y Seth Grahame-Smith «Es una verdad universalmente reconocida que un zombi que tiene cerebro necesita más cerebros». Así empieza Orgullo y prejuicio y zombis, una versión ampliada de la clásica novela de Jane Austen, sólo que...