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A la mañana siguiente Elizabeth estaba sola, reflexionando

mientras la señora Collins y María habían ido a la aldea a hacer

unos recados, cuando se sobresaltó al oír la campanilla de la

puerta. Como no había oído ningún carruaje, no creyó que se

tratara de lady Catherine, y mientras la aprensión eclipsaba su

curiosidad, la puerta se abrió de pronto y, para su sorpresa,

apareció el señor Darcy.

Darcy parecía asombrado de hallarla sola, y se disculpó por

la intromisión diciendo que había supuesto que todas las damas

estarían en casa.

Ambos se sentaron, y después de que Darcy respondiera a

las preguntas de Elizabeth sobre Rosings, estuvieron a punto de

sumirse en un silencio sepulcral. Por tanto, era imprescindible

romperlo, y Elizabeth recordó de pronto la ocasión en que había

visto a Darcy por última vez en Hertfordshire, y deseosa de

averiguar qué diría éste sobre su apresurada partida, observó:

—Todos se marcharon inesperadamente de Netherfield en

noviembre, señor Darcy. El señor Bingley debió de llevarse una

grata sorpresa al volver a verlos a todos tan pronto, pues si no

recuerdo mal, él se había marchado el día anterior. Confío en

que el señor Bingley y sus hermanas estaban bien cuando usted

partió de Londres.

—Perfectamente, gracias.

Elizabeth comprobó que no iba a recibir más respuesta a su

comentario y, tras una breve pausa, agregó:

—Tengo entendido que el señor Bingley no piensa regresar

a Netherfield.

—No le he oído decir nada a ese respecto, pero es

probable que pase poco tiempo allí en el futuro. Los zombis le

infunden temor, y el número de éstos en esa zona aumenta

continuamente.

—Si el señor Bingley desea ir poco por Netherfield, sería

mejor para la comarca que dejara la casa, para que pudiera

ocupar otra familia más interesada en las artes mortales. Pero

si el señor Bingley no adquirió la casa por su oportuna ubicación

en la comarca sino por su propia conveniencia, cabe suponer

que la conservará o la venderá de acuerdo con ese principio.

—No me sorprendería —dijo Darcy— que la vendiera si le

hicieran una oferta ventajosa.

Elizabeth no respondió. Temía seguir hablando de los amigos

del señor Darcy; y, puesto que no tenía nada más que decir,

decidió dejar de molestarse en dar con un tema que comentar

Orgullo y prejuicio y zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora