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Los Bennet fueron a cenar donde los Lucas, y de nuevo,

durante buena parte del día, la señorita Lucas tuvo la amabilidad

de escuchar al señor Collins. Elizabeth aprovechó la oportunidad

para darle las gracias.

—Eso le pone de buen humor —le dijo—, y no puedo

expresarte lo agradecida que te estoy.

En efecto, había sido muy amable por parte de Charlotte,

pero su bondad superaba el concepto que Elizabeth tenía de

ella. El objeto de la señorita Lucas no era otro que impedir que

el señor Collins reiterase a Elizabeth su propuesta de

matrimonio, haciendo que el clérigo dirigiera sus atenciones hacia

ella. Tal era el ardid de la señorita Lucas, y las apariencias eran

tan favorables, que cuando se despidieron esa noche, Charlotte

habría estado convencida de su éxito de no haber tenido el señor

Collins que abandonar Hertfordshire dentro de poco. Pero la

joven no había tenido en cuenta la pasión e independencia de

carácter del señor Collins, que llevó a éste a escapar a la

mañana siguiente de Longbourn House con admirable sigilo, y

apresurarse hacia Lucas Lodge para postrarse a los pies de

Charlotte. El señor Collins deseaba a toda costa evitar que sus

primas se enterasen de su marcha, pues si le veían partir, no

podrían por menos de imaginar sus intenciones, y el señor

Collins no quería que se supiera hasta lograr su empeño, pues

aunque estaba casi seguro de su éxito, y con razón, dado que

Charlotte le había animado tímidamente durante todo el rato,

sentía ciertos recelos desde la aventura del rechazo por parte de

Elizabeth. Pero la satisfacción con que fue acogido resultó muy

halagadora. Al verlo dirigirse hacia la casa, la señorita Lucas,

que estaba asomada a una ventana superior, salió de inmediato

para encontrarse casualmente con él en el sendero. Pero

Charlotte no podía siquiera imaginar el amor y la elocuencia que

la aguardaban allí.

En un espacio de tiempo tan breve como permitían las largas

peroratas del señor Collins, todo quedó decidido entre ellos; y

cuando entraron en la casa, éste rogó a Charlotte

encarecidamente que fijara el día que le convertiría en el hombre

más feliz del mundo.

El señor Collins y Charlotte solicitaron a sir William y a lady

Lucas su consentimiento, que éstos se apresuraron a conceder.

Las circunstancias presentes del señor Collins hacían que fuera

un excelente partido para su hija, a la que no podían dejar una

gran fortuna; y la perspectiva de que adquiriera una mayor

Orgullo y prejuicio y zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora