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—Espero, querida —dijo el señor Bennet a su esposa a la

mañana siguiente mientras desayunaban—, que hayas encargado

una suculenta cena, porque tengo motivos para creer que

tendremos un invitado.

—¿A qué te refieres, querido? No creo que vaya a

presentarse nadie, a menos que Charlotte Lucas decida

visitarnos. Además, estoy segura de que mis cenas son lo

suficientemente suculentas para ella, dado que es una solterona

de veintisiete años y, por tanto, sólo puede esperar muy poco

más que un mendrugo de pan regado con una copa de soledad.

—La persona a la que me refiero es un caballero, un

extraño.

—¡Un caballero y un extraño! —exclamó la señora Bennet

con ojos chispeantes—. ¡Estoy segura de que se trata del señor

Bingley! Estaré encantada de recibir al señor Bingley, pero...

¡Cielo santo! ¡Qué mala suerte! Hoy no hemos comprado

pescado. Lydia, cariño, toca la campanilla, debo hablar

inmediatamente con Hill.

—No se trata del señor Bingley, necia —replicó su marido

—; es una persona a la que no he visto en mi vida.

Después de divertirse un rato con la curiosidad de su esposa

y sus hijas, el señor Bennet les explicó:

—Hace aproximadamente un mes recibí esta carta; y hace

quince días la contesté. Es de mi primo, el señor Collins, el cual,

cuando yo haya muerto, puede echaros de esta casa cuando le

plazca.

—¡Dios bendito! —exclamó su esposa—. No menciones a

ese hombre tan odioso. ¡Me parece la mayor injusticia del

mundo que a tus hijas les arrebaten su propiedad!

Jane y Elizabeth trataron de explicar que las cinco hermanas

eran más que capaces de defenderse solas; que, en caso

necesario, podían ganarse la vida medianamente bien trabajando

de guardaespaldas, asesinas o mercenarias. Pero ese era un

tema que la señora Bennet no conseguía asimilar, por lo que

siguió despotricando contra la crueldad de arrebatar una finca a

una familia de cinco hijas, a favor de un hombre por el que nadie

sentía el menor afecto.

—En efecto, es una vil injusticia —dijo el señor Bennet—, y

nada podrá librar al señor Collins de los remordimientos de

heredar Longbourn. Pero si me dejáis que os lea su carta, quizás

el tono de la misma suavice vuestra opinión sobre él.

Hunsford, cerca de Westerham,

Kent 15 de octubre

Kent 15 de octubre

Orgullo y prejuicio y zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora