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Después de una semana dedicada a declaraciones de amor y

proyectos para alcanzar la felicidad, la llegada del sábado obligó

al señor Collins a separarse de su dulce Charlotte. Se despidió

de sus parientes en Longbourn con tanta solemnidad como la

vez anterior, deseó de nuevo a sus bellas primas salud y

felicidad, y prometió al padre de las jóvenes escribirle otra carta

de agradecimiento.

El lunes siguiente, la señora Bennet tuvo el placer de recibir a

su hermano y la esposa de éste, los cuales fueron como siempre

para pasar las navidades en Longbourn. El señor Gardiner era

un hombre sensato y caballeroso, muy superior a su hermana,

tanto por naturaleza como por educación. A las damas de

Netherfield les habría costado creer que un hombre que vivía del

comercio, y a pocos pasos de sus almacenes, podía ser tan bien

educado y agradable. La señora Gardiner, que tenía varios años

menos que la señora Bennet, era una mujer amable, inteligente y

elegante, y muy apreciada por todas sus sobrinas de Longbourn.

Entre ella y las dos mayores, especialmente, existía una profunda

estima. La señora Gardiner las había animado a continuar con su

adiestramiento en los momentos más duros, y había sido un

consuelo para ellas cuando las burlas de su madre sobre la

«naturaleza salvaje» de las jóvenes se habían hecho intolerables.

Lo primero que hizo la señora Gardiner a su llegada fue

distribuir los regalos que llevaba y describir lo que ocurría en la

ciudad; habló de varios temas tan diversos como las nuevas

modas y las victorias recientes contra los innombrables. Cuando

concluyó, su papel fue menos activo, pues le tocó escuchar. La

señora Bennet tenía muchas quejas que exponer, y muchas

protestas que formular. Desde la última vez que había visto a su

hermana, ella y su familia habían sido objeto de un trato muy

desconsiderado. Dos de sus hijas habían estado a punto de

casarse, pero todo había quedado en agua de borrajas.

—No culpo a Jane —prosiguió la señora Bennet—, pues de

haber podido, habría logrado conquistar al señor Bingley. ¡Pero

Lizzy! ¡Ay, hermana! Es muy duro pensar que, de no ser por su

contumacia, en estos momentos estaría casada con el señor

Collins. Éste le ofreció matrimonio en esta habitación, y ella le

rechazó. El resultado es que lady Lucas tendrá a una hija casada

antes que yo, y que perderemos la propiedad de Longbourn.

Los Lucas son muy ladinos, hermana. Son capaces de todo con

tal de sacar algún provecho. Lamento decir eso, pero es la

Orgullo y prejuicio y zombisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora