XXV. Tu viviras por siempre.

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Blanco: No veía más que ese color y destellos de luz como si todo fuese mágico a mi alrededor, lo más extraño es que mi alma se sentía tranquila y en paz pero mi mente aturdida por no tener respuestas de este lugar. Caminaba sin rumbo fijo, buscando una salida o alguien que me dijera en donde me encontraba pero mis ojos se fueron cristalizando y mi corazón dejó de latir cuando su sonrisa me saludó.

-¿Ma? - logre articular muy bajito.

-Mi Sammie - Su voz... Es ella, es mi mamá.

-Mamá- dije más alto esta vez mientras corría a sus brazos y me lanzaba a ellos. Se sentía tan real, tan perfecto; estaba abrazando a una de las personas que más ame y seguiré amando por siempre. Sus brazos rodeaban mi cuerpo transmitiéndome ese calor que tanto anhelaba sentir de nuevo, sus manos acariciaban mi cabello mientras yo solo podía estar así, abrazándola con fuerzas queriendo que no acabe, que el tiempo se detuviera justo ahí.

-Mi niña, no sabes cuánto te amo. -Dios, no puedo creerlo. La mire a los ojos y comprobé que si era ella, esa mirada tan dulce estaba dirigida a mi, quizás estaba viviendo un anhelo de mi corazón, volver a ver a mi mamá era algo que siempre había querido desde que ella murió y al tenerla frente a mí solo me hacía pensar una cosa.

-Cómo es que... ¿Estoy muerta?

-No mi niña, aún no. Lucha, tienes que regresar, debes cuidar de tu padre y tus hermanos. Yo los guío desde acá.

-Mama quiero quedarme contigo, te extraño demasiado. No puedo...

-Claro que si puedes, yo siempre estoy con ustedes -dijo acariciando mi mejilla delicadamente- Tú eres muy fuerte mi querida Sam, lo he visto y me lo haz demostrado. Me enorgulleces mi niña, tienes un gran corazón. Le das fuerzas a todos sin importar las tuyas solo para hacerlos sentir bien, ese es un gran valor.

- No mamá, no he estado lo suficiente para mi familia. Me sumergí en un gran dolor por tu partida y no sabía como salir de ahí, aún no sé cómo hacerlo, solo intento no estar mal todo el tiempo para no hacerlos sentir mal a ellos.

- Si lo has hecho mi niña. Quiero que sepas que aquí no hay dolor, al contrario hay armonía y mucha paz. Yo no sufro, y no quiero que ustedes sufran. Quiero que sean felices. Que rehagan sus vidas, que siempre estén sonrientes y llenos de amor.

-Mama cómo podemos hacerlo si ya tú no estás. Ninguno soporta tu ausencia.

-Yo siempre estoy, los acompaño en cada paso que dan.

-Te amo tanto mamá. -la abrace tan fuerte como para no olvidarlo.

-Y yo los amo a ustedes - respondió a mi abrazo - es hora de que vuelvas sino será demasiado tarde mi corazón. Sé feliz. Sean felices.

La mire unos segundos más, con una sonrisa dibujada en mi rostro lleno de lagrimas, lágrimas de felicidad por poder verla una vez más.

-Tu vivirás por siempre mamá, en nuestro corazón.

Stevan

Era tarde y aún Samantha no llegaba, llame a Natasha con la esperanza de que me dijera que se quedaría a dormir con ella y tan solo me preocupe más cuando me informó que hace media hora había salido de su casa. Cuando la llame la primera vez, dos repiques se escuchaban, informándome que estaba en una llamada y cuando insistí no me contesto, volví a llamar y esta vez su celular estaba apagado por lo que mi preocupación fue aumentando. Me estaba volviendo loco. Sam nunca llegaba después de las 12 a la casa si era entre semana o cualquier otro día sin avisar donde estaría o si se mantendría ocupada. Sin saber qué hacer tome las llaves de mi auto y salí de la casa siguiendo el recorrido que siempre tomamos para llegar a la casa de Nat. Mientras más lejos estaba de mi hogar, peor me sentía. Si no la encontraba pronto terminaría de enloquecer.

Hasta que...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora