Capítulo 22: Dolor, ira, terror. Venganza

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El temblor continua, y continua, hasta que me doy cuenta de que soy yo, y no el suelo, el que tiembla. Puedo sentir a Izzy y Bianca que tiemblan a su vez abrazadas a mí. Las tres, sin apenas poder creer lo que acaba de pasar. Mi mente no procesa, funciona como empañada. Y de pronto, un sollozo sale de lo profundo de mi cuerpo, y las primeras lágrimas inundan mi rostro. Héctor se ha ido. No sé si está vivo. No está a mi lado, y no sé que hacer sin él.

Los sollozos se convierten en gritos, que no son míos. A mí lado, Bianca llora aferrada a Izzy y a mí. Izzy se muerde el labio, y las lágrimas acuden a sus ojos, pero no derrama ni una sola. La miro, la miro fijamente, buscando la serenidad que me falta. Y me guardo el dolor en las profundidades del corazón, y lo sustituye la ira. Dejo que me inunde por completo, y me serena.

Permanecemo en el suelo un rato, hasta que, con dolor, me levanto, me seco las lágrimas, que saben saladas, y mis ojos se oscurecen como el mar enbravecido en la tormenta. Izzy me mira, y levanta a Bianca. Sin palabras. No hay nada que pueda aliviar el dolor de no saber si alguien está muerto o vivo. No hay hueco para nada más que para el dolor y la furia en mi cuerpo. ¿Hay esperanza? No lo sé. Y siento, una fría indiferencia, que me aterra profundamente. Si Héctor está muerto, la diosa me lo pagará. Me da igual morir en el intento, me da igual el precio. Si Héctor a muerto, moriré con él.

Una mano me arranca de mis melancólicos pensamientos. Izzy me mira, con la tristeza reflejada en los ojos, pero con un gesto de seriedad y madurez que jamás había visto en ella. Siento otra mano en el otro lado, y miro a Bianca, que me mira de la misma forma, si bien su mirada también trasmite un profundo dolor. Pero no tanto como el mío. No tanto. Es curioso, como una persona que conozco de apenas tres semanas, pueda significar tanto para mí. Pero así es, y me doy cuenta, de que Héctor es mi mitad, mi complemento, y sin él, ¿Tiene sentido la vida? ¿Qué me retendrá en la vida si al acabar con las pruebas me enfrento a la diosa?

-Ella, sé que nada de lo que yo diga va a servir de nada, pero ten esperanza. Es posible que estén vivos, y hasta que descubramos si lo están o no, ten fe. Es lo único que podemos hacer.- Las palabras de Izzy, me golpean con la verdad.

-Y pase lo que pase, debemos continuar juntas. Nosotras estamos vivas, y debemos hacer pagar al causante de esto. Porque estén vivos o muertos, los vengaremos.- Y las palabras de Bianca, rotas por el dolor y la furia, junto a las de Izzy, me dan una razón más para vivir. Ellas. Por ellas, por su vida, por su seguridad. Por la venganza. Venganza. Dulce palabra. 

-Vamos, debemos continuar. Pienso vengarles, estén muertos o no. Esto no quedará así.- Oigo mi propia voz, que aumenta de murmuro a grito, rota, llena de dolor, ira, y desesperación.

Recojo mis armas, y las aferro con fuerza. Bianca e Izzy se colocan una a cada lado mío. Una niebla cubre todo, y espero a que empiece. Intuyo que esto es solo el principio, el principio del fin, pero ya no queda rincón para el miedo. ninguna de las tres lo sentimos ya. El temor se fue, junto con las personas que amabamos, hermanos, novios, amigos. Familia. 

-¡HERA! ¡HE VENIDO A CUMPLIR EL CASTIGO DE TU MALDICIÓN! ¡DEJA DE JUGAR CON NOSOTRAS Y MUÉSTRATE!- Grito furiosa a la niebla.

Un nuevo temblor retumba en el suelo. Una pisada, luego otra. Un ser gigante que camina hacia nosotras. A una señal, levantamos las armas, y nos preparamos para lo peor. 

Un graznido cruza el espacio que nos separa del monstruo, y la niebla se aclara de golpe. Enfrente, nos encontramos con un águila del tamaño de un elefante. Sus ojos destellan con fuego negro, y tengo muy claro dos cosas. Una, no tengo ni idea de qué es, y dos, no sé como matarlo, pero ahora mismo, eso me da igual.

Muevo las espadas en mis manos, y corro hacia el águila dispuesta a clavársela en el ojo, cuando una voz me frena.

-¡Detente! ¡Ese es el águila de Prometeo! ¡Según la historia, Zeus como castigo a Prometeo por entregar el fuego a la humanidad, le ató a una columna, obligando a este águila a comerle el hígado todos los días! ¡Su hígado volvía a regenerarse por la noche, por lo que al día siguiente se lo volvía a comer! Es rápido y letal. Irá directo al hígado.- Bianca suelta toda la información en un borboteo ininterrumpido, y antes de que pueda evitarlo, el águila, con un movimiento increíblemente rápido, me lanza un picotazo. Por suerte, mi THDA me salva y soy capaz de apartarme a tiempo.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora