Capítulo 21: La ira de Hera

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Gracias a los dioses, llegamos a nuestro destino sin muchos problemas. Solo tuvimos problemas con una dracanae, que poco pudo hacer contra seis mestizos. Por fin, salimos del agobiante tren, y nos ponemos en marcha.

-Según lo que nos ha dicho Bianca, tenemos que dirigirnos a algún punto medio entre Philadelphia y Atlantic city. Lo mejor sería coger un taxi que nos lleve a las afueras.- Los demás asienten, por lo que me dedico a buscar taxis. No tardo en para a uno. El problema, es que somos seis.

-Eh, Ella, somos seis.- Señala Bianca, y me limito a asentir.

-Lo sé. Iremos en dos grupos. Chicos, buscad otro taxi y seguidnos. Os esperaremos afuera. Izzy, Bianca, conmigo.- Me subo en el coche sin esperar las respuestas, y Bianca e Izzy me siguen. Nos despedimos de los chicos que corren a parar a otro taxi.

-A las afueras de la ciudad por favor. Dirección Atlantic city.- Dice Izzy en un tono profesional y se recuesta en el asiento.

Mi estómago es un nudo que cuanto más nos acercamos a nuestro destino, más se aprieta. Las manos me tiemblan, y mi THDA no hace más que fastidiarme impidiendo que me esté quieta ni un minuto. No hablemos ya de la dislexia, que se empeña en no permitirme leer ni los nombres de las calles, por muy leve que suela ser. Apenas hablamos por el camino, no hay nada de lo que hablar. Sé que están asustadas, pero no lo van a demostrar. Maldigo el momento en el que decidí llevármelas a esta misión conmigo. No quiero que nadie salga herido. No lo soportaría, pero ya no hay marcha atrás. Cinco mestizos empezaron la misión, y seis la terminarán. Y si alguien muere, seré yo. No puedo, ni pienso permitir que nadie, NADIE, muera por mí. Jamás me lo perdonaría.

Noto una mano en mi hombro.

-Ella, no te culpes ni te atormentes porque estemos aquí contigo. Recuerda que nosotros hemos elegido estar a tu lado. Nadie nos ha obligado. Nada de esto es culpa tuya. No te atormentes.- Suspiro al ver que Bianca me ha sabido leer como un libro abierto.

-¿Tan evidente es?- Murmuro para que no nos oiga el conductor.

-Sí, pero no te preocupes por nosotros, Ella. Como ha dicho Bianca, hemos elegido estar aquí, y sabemos cuidar de nosotros mismos. Y no te abandonaremos. Saldremos de esta, Ella. Todos. Te lo prometo.- La promesa de Izzy hace que me de un escalofrío. Tengo miedo de que esa promesa no se cumpla. Pero saco fuerzas de flaqueza, y sonrío como puedo.

-Tenéis razón. Parece que me he rendido antes de empezar.- Río sin ganas.- Esa no es la actitud de un héroe.

-No, no lo es. Así que serenate, respira hondo, y levanta la cabeza. Eres la hija de Poseidón, y a mucha honra. Y si Hera quiere castigarte, que lo haga. Y tú demostrarás que eres una digna luchadora y la dejarás por los suelos.- Suena un trueno por encima de nuestras cabezas, que Izzy se limita a ignorar, enardecida por su discurso.- ¿Ha quedado claro?

-Perfectamente claro.- Hago lo que me ha dicho, paso por paso, y cuando vuelvo a abrir los ojos, soy otra persona. Sigo teniendo miedos y dudad, pero están en un segundo plano.- Y ahora, vamos a patear a esos bicharracos que me manda Hera.

Con una sonrisa, el taxista frena. Le dejo veinte dólares y me apeo, seguida por mis dos mejores amigas. Nos hayamos enfrente de un bosquecillo. Más allá, percibo un aura de poder. Un aura puro. Miro a mis dos amigas.

-¿Lo percibis?- Ambas asienten.

-¿Esperamos a los chicos, o nos lanzamos a la aventura?- Propone Bianca en voz baja. Izzy asiente, sonriente, pero yo lo pienso un momento. Luego niego con la cabeza.

-Los necesitamos.- Antes de que pueda decir nada más, oigo un grito.

-¡AL SUELO!- Sin pensar, me arrojo al suelo tirando a Bianca conmigo. Momentos después, veo en el suelo clavados unas púas enormes. Me levanto de un brinco, y saco mis espadas. Miro alrededor, peor no veo nada.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora