Capítulo 36. Decisiones peligrosas

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Tras oir esas últimas palabras de Hades, me vuelvo hacia mis amigos. Todos lucen tan sorprendidos como yo, y eso no mejora nuestro aspecto. Demacrado, cansado, destrozado. Con un suspiro, me acerco a Izzy y la abrazo. Realmente necesito esto.

Izzy me corresponde, y nos abrazamos fuertemente durante unos momentos, antes de separarnos, mirarnos, y asentir.

-Vamos chicos, ya no pintamos nada aquí.- Dice con la voz tomada, y tras recoger su lanza, y mirar por última vez el sitio donde cayó Bianca, se dirige hacia la salida del templo. La seguimos todos en silencio, Héctor cogiéndome de la mano, Kyle y Román justo al lado nuestro.

Miro a Román y trato de sonreirle, para apoyarle, pero supongo que mi sonrisa es tan deslucida y triste cono la suya. Caminamos durante un rato, guiados por un instinto que nos lleva directamente a la salida. Claro, salir siempre es más fácil que entrar.

Dudamos un segundo antes de pasar bajo la puerta. No se ve nada afuera, pero puedo percibir algo extraño en el ambiente, como una fuerza, o calor, o una corriente de energia. No lo sé, pero a mí, de pronto, me huele a mar.

Nos miramos, y atravesamos la puerta sin decir palabra. La luz nos ciega al principio. El sol de la tarde daña los ojos, y los entrecierro. Cuando mi vista se habitua, veo sendas figuras delante de nosotros. Héctor me coge la mano, y me la aprieta. Respondo a su gesto, y le dirigo una sonrisa ladina antes de fijarme en las figuras que tengo delante.

Son dos hombres y una mujer, vestido al estilo de la antigua Grecia, como no.

El primer hombre es joven, con una túnica roja. Parece un militar, con su cabeza rapada, y la lanza en la mano. Sus ojos, son puras llamas, y su aura transmite crueldad y sangre.

Justo a su lado, una joven vestida de oro, con los mismo ojos claros de Román, parece muy orgullosa, y mira a todo con desafío.

Y delante de ellos, un hombre que debe rondar los cuarenta, de suave pelo negro y ojos verdes mar. Mi padre. Su rostro es bondadoso, pero sereno a la vez. Tengo la impresión de que puede cambiar de humor tan rápido como el mar de estar tranquilo a erizarse enfurecido.

-Padre.- Dice Héctor, inclinándose con respeto ante Ares.- Señor Poseidón, Niké.

Se arrodilla en señal de respeto, y todos imitamos su gesto. Agacho la cabeza y miro al suelo.

- Levantaos, semidioses.- Dice uno de ellos, con una suave voz melodiosa, y a la vez profunda. Sé que es mi padre, suena como el vaivén del mar en la noche.

Nos ponemos en pie, y miro fijamente hacia mi padre, esperando algo. una señal, un gesto. Algo.

-Hemos seguido con detalle la misión y vuestro progreso a través de esta estúp...- Tose ligeramente.- Estas pruebas que eran parte de la maldición. Habíamos venido a detener a Hera para detener de una vez por todas la maldición que tanto daño nos ha hecho a todos, pero por lo que veo, Hades se nos ha adelantado.

-Tres hurras por el cadáver. Si señor.- Murmura Ares, dando la impresión de querer decir todo lo contrario.

-Ares.- Poseidón le lanza una mirada de advertencia, y se vuelve hacia nosotros de nuevo.- El caso es, que sabemos todo lo que habéis tenido que soportar, hemos visto todos los enfrentamientos, y aunque no podemos devolver a vuestra amiga a la vida, queremos ofreceros algo en compensación.

Sus palabras me dejan atónita. ¿En compensación? ¿Creen realmente que eso va a hacer que nos sintamos mejor o algo? El recuerdo de las pruebas de Heracles se nos quedará en la memoria para siempre.

- Sé, que esto parece algo estúpido. Acabáis de perder a un ser querido, y lo último que merecéis es una recompensa por haberos enfrentado a algo a lo que jamás deberíais haberos enfrentado. Pero así ha sucedido, y lo pasado pasado está. No podemos cambiarlo, pero sí tratar de que, a pesar de que esto os acompañará por el resto de vuestras vidas, también tengáis algo bueno a lo que agarraros.- Dice como leyéndome la mente.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora