Capítulo 31: La vidente.

709 47 10
                                    

Ella...

Los truenos nunca son buena señal. Más concretamente, suelen ser como la calma antes de la tormenta, o quizás se podría comparar con el detonador de una bomba. Todos estamos listos para lo peor, ¿No? Para eso hemos sido entrenados. O al menos, eso nos han dicho. Pero, en verdad, no dejamos de ser unos simples adolescentes, luchando contra los mayores males de este mundo. ¿Qué podemos hacer, contra dioses? 

Adolescentes, eso es lo que somos. Ninguno de nosotros supera los 17, y a pesar de ello, cargamos sobre nuestros hombros más responsabilidad de la que la mayoría de la gente normal carga en toda una vida. Y todo, por ser distintos, por ser hijos de Dioses. Por ser el paso medio, lo que los humanos llaman mestizos o semidioses.

Y por si fuera poco, yo, hija de Poseidón, tengo que cargar además con la maldición de Heracles, más conocido como Hércules, por ser yo su descendiente directo. Lo dicho, a veces odio mi vida.

Y ahora, después de pasar diez de las pruebas de Hera, después de vernos separados, de descubrir poderes, habilidades y secretos, y de superar con gran dolor cada obstáculo, nos enfrentamos de nuevo, a toda la ira de Hera, y además, al gran secreto de Bianca, y a la profecía. Todo en uno.

Suspiro, volviendo a la realidad. La profecía sigue susurrándose en mi mente, repasando una y otra vez las frases. Ha decir verdad, no he recordado la profecía hasta ahora. Pero la última frase, se repite una y otra vez en mi cabeza. "Más cuidaos del corazón, Que a vuestra perdida puede llevar."

¿A qué se puede referir? ¿Tendrá algo que ver con Héctor? ¿Sería posible que hubiera un doble agente entre nosotros? El más probable sería Román, y Bianca... No, Román no haría eso. Pero sin embargo, yo tengo a Héctor, Bianca a Román e Izzy, bueno, lo suyo es raro.

-Ella, deja de dar vueltas a las cosas ahí sentada, y movámonos. Vamos a salir de este maldito anfiteatro de una santa vez. No pienso volver a entrar en uno en la vida.- Suelta Izzy al lado de mi oreja, lo que me hace dar un respingo. Me levanto, sacudíendome el polvo, y colocándome bien la armadura.

-Vámonos, pues. Yo también quiero salir de aquí.- Kyle y Héctor, que ya se han adelantado, señalan una de las múltiples puertas que antes estaban cerradas. Al abrirla, se ve un pasillo de mármol, iluminado por sendos ventanales. Entramos, vigilando siempre nuestros pasos. El pasillo nos lleva a un corredor algo más estrecho.

-Odio a muerte los corredores.- Se queja Kyle, y Román gruñe, completamente de acuerdo.

-No os quejéis tanto, nenazas. Yo he pasado más tiempo en los corredores que vosotros.- Bromea Héctor, que va delante de todos, con el hacha preparada por si acaso. Izzy ríe junto a él, pero yo estoy demasiado tensa.

A mi lado, Bianca camina, completamente en silencio. Puedo percibir una especie de aura que la rodea, aunque no sabría decir qué es exactamente, o para qué sirve. Quizás estoy empezando a notar los efectos del cansancio, de dormir poco por culpa de pesadillas, de la tensión y la preocupación.

He conseguido ocultar bastante bien todo signo de agotamiento, y hasta ahora, también he podido ocultar las pesadillas que pueblan mis sueños. Cada momento de descanso, irrumpen como una manada de elefantes, y no me permiten reposar. A veces odio mi vida.

El pasillo continua en línea recta, hasta abrirse en una hermosa y gran sala, rodeada de blancas columnas. Nos extendemos en formación, Héctor y yo en el medio, y a los lados, Izzy y Bianca, y Kyle y Román. Las armas están preparadas, el silencio es tenso, y se percibe algo extraño en el ambiente.

-¿Soy el único que piensa que esto está demasiado tranquilo?- Dice Kyle, rompiendo el silencio como si cristal se tratase. 

- Pienso igual que Kyle. Aquí hay algo raro.- Asiente Izzy, ganándose una mirada algo sorprendida de Kyle, y a la vez, una chispa alegre en los ojos verdes de mi hermano.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora