Capítulo 8: Hijos de Ares y bromas, mala cosa

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Izzy...

Me despierto temprano, deben ser las ocho, y hasta las diez no salimos. Me visto con mi ropa de misión. Pantalones de camuflaje, una camiseta de tirantes, y una sudadera negra. Me estoy atando las botas cuando me doy cuenta de que Héctor no está en la cabaña. Ese chico ronca más que un mamut. Resoplo y salgo. Estoy enfadada, nerviosa, y más cosas que mezclándose, dan como resultado una bomba.

Decido entrenar antes del desayuno. Último entrenamiento antes de salir a la aventura. Descargo mi furia contra los pobre muñecos de paja. ¡Que se aguanten!

Los fulmino uno a uno con mi lanza eléctrica. Con precisión. Mientras, me imagino que cada uno tiene el rostro de alguien a quien odio. Cuanto más lo imagino, más furiosa estoy.

"Kyle. Es todo culpa suya. Su rostro aparece en los muñecos, y no dejo de matarle, una y otra vez. Todo es culpa suya. Él me rechazó, ni siquiera me dijo porqué. Solo se fue con Vanessa."

Escupo el nombre en mi mente. Destrozo el último muñeco, las lágrimas de furia brillando en mis ojos. Me las seco de un manotazo. No voy a llorar por ese imbecil, bastante mal lo pasé el año pasado.

"Destrozó nuestra amistad. Me destrozó a mí, y aún así, no puedo dejar de quererlo. He mantenido las distancias durante todo el año, y ahora tengo que ir de misión con él. ¿Qué mierda se supone que hago con eso? ¿QUÉ HAGO?"

Grito esa última parte sin apenas darme cuenta, lanzo la lanza con todas mis fuerzas hacia una diana, y la atravieso. Más tranquila, me seco el sudor, recojo mi lanza, que se convierte en un brazalete, y me voy hacia el comedor, dispuesta a no dejar que nadie note nada. Y menos Bianca y Ella. Ellas no tienen nada que ver en esto.

Allí me encuentro con Héctor, mi irritante y a la vez mejor hermano, que tiene pinta de haber pasado la noche corriendo.

-¡Eh Héctor! ¿te ha pasado por encima el león de Nemea o algo? Tienes un aspecto estupendo. ¿Qué es? ¿Una nueva crema facial?- Recupero rápidamente mi buen carácter habitual. Le sonrío sarcástica y le guiño un ojo.

-¡Hermanita! Tan simpática como siempre. No he pegado ojo, si te refieres a eso.- Me saca la lengua y me empuja para que me siente a su lado. Como digna jefa de la cabaña mas bruta del campamento, le empujo de vuelta, provocando que su café se derrame por toda la mesa.

-¡Eh! Ese era mi café.- Héctor se queja mientras me pega un puñetazo en el hombro, y yo se lo devuelvo en el abdomen entre risas.

-¡Para Héctor! Tengo hambre, y quiero enterarme de donde pasaste la noche para no haber dormido. Y no me trago que no consiguieses dormir. Tú eres capaz de dormirte hasta en medio de un combate. Lo he visto.- Me señalo a los ojos y alcanzo un par de tostadas.

-Si te portas bien te lo contaré.- Se está burlando de mí, así que se ha ganado un manotazo.

-Callate. ¿Listo para partir a lo inesperado? ¿O tienes miedo, y te vas a esconder?- Me burlo y recibo un empujón a cambio.

-No tengo miedo. Lo sabes. Y si esta es tu táctica para averiguar lo que hice anoche, vas mal hermanita.- Tiene puesta en la cara esa sonrisita que pone cuando sabe que va a ganar. Tengo ganas de arrancársela de un bofetón, pero por suerte, me imagino donde estuvo.

-No te preocupes, si no me lo quieres decir tú, se lo preguntaré a Ella. Fijo que ella me cuenta todo.- Mantengo una cara de poker mientras hablo, y veo su cara cambiar. ¡JA! ¡TOUCH DOWN!

-Ella no tiene nada que contar.- Intenta parecer natural, pero se ve más falso que los retratos de los dioses.

-Hermanito, deberías aprender a mentir. Solo digo eso.- sonrío orgullosa, me trago a toda prisa mi desayuno, y salgo pitando riendo a carcajadas antes de que me arroje el plato. No sería la primera vez que nos cargamos la vajilla entera.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora