Capítulo 26: Conozco esta pared.

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Roman...

Pasillos, pasillos, túneles, escaleras, vueltas y más vueltas. Eso es lo que Kyle y yo llevamos haciendo algo así como... ¿La eternidad? Sin embargo, no pierdo la esperanza. Sé que ganaremos, siempre lo hago. Y si estoy yo, ¿Cómo vamos a perder?

Me paso una mano por el pelo, terriblemente sucio. No recuerdo la última vez que me lo lavé. Delante de mí, Kyle da una patada a una piedra, frustrado. Se lleva las manos a la cabeza, y parece a punto de soltar un puñetazo a la pared.

-¿És que esto no va a acabar nunca?- Dice en voz alta con furia.

-Eh, tranquilo, tiene que acabar. Ya sabes, la desesperanza no nos sirve para nada.- Intento calmarlo, pero sé que tiene miedo, como yo.

-¡Ya lo sé, maldita sea! Pero no puedo ejar de imaginar que alguna de ellas resulta herida porque no estamos para ayudar. ¡Me estoy volviendo loco!- Le pega una patada a la pared, derribando una antorcha, y grita al aire.

-¡COMO ALGUNA DE ELLAS RESULTE MÍNIMAMENTE HERIDA, HERA, TE LAS VERÁS CONMIGO!- Agita los brazos en son de amenaza.

Suspiro y me tapo los ojos con las manos.

-Perfecto, Kyle, ya le has gritado. ¿Contento? Acabas de enfadar a una diosa. Genial, realmente inteligente.- Cojo la mochila y sigo andando, dejando atrás a Kyle, que sigue farfullando las crueldades que le hará.

Por enésima vez, entramos en un ancho pasadizo, distinto a los demás porque este tiene ventanas. El sol entra en el pasadizo, y aire fresco entra aclarando mi mente y mis pulmones. Me acerco a la ventana, ansioso por sentir el sol en mi piel.

La luz me empapa, quitándome el mal humor, y dejando solo la esperanza de que el puñetero pasadizo termine algún día.

-Roman.- Levanto una ceja, y hago un ruidito.- Lo siento, no quería ponerme así. Me he desesperado.

Me giro para mirarle. Está bajo el sol, mirando afuera del ventanal. Mirando al cielo.

-No te preocupes. Yo también estoy preocupado por ellas, pero la experiencia me ha enseñado que desesperarme solo sirve para que las cosas vayan peor. Así que, ¡Arriba ese ánimo! Podemos hacerlo.- Le doy una palmada, y sonrientes, recogemos todo y seguimos por el luminoso pasadizo.

El templo de Hera debe extenderse mucho, porque no me entra en la cabeza como se puede tardar tanto en salir. Realmente, es como si tuviera un laberinto metido en el templo. O quizás el laberinto es el templo. O el templo el laberinto. Vah, ya empienzo a pensar cosas estúpidas. Mejor lo dejo. A no ser que venga el minotauro corriendo detrás de nosotros, en cuyo caso, me plantearé si esto es "el" laberinto.

Otra vez, como otras tantas, el pasillo desenvoca en una especie de gruta rocosa, aunque est apor lo menos tiene diminutas ventanas a los lados. Las estalagtitas penden del techo, y tienes que ir con cuidado, pues te atraviesan y vas de cabeza a hacerle una visita al señor de las Tinieblas. Pensando esto, ¿Cómo será el padre de Bianca? Nunca lo ha nombrado, ni nada por el estilo. Y no ha mostrado tener poderes, lo cual es muy, muy, muy raro. Seguro que los oculta. ¿Verguenza? ¿O miedo? No, viniendo de Bianca, habrá razones mejores.

Y como otras tantas veces, la gruta termina abruptamente. Esta vez, no parece haber salida. Solo una pared llena de irregularidades. Decepcionado, voy a darme la vuelta, cuando Kyle me agarra por el hombro.

-Román, conozco esta pared.- Le veo tragar saliva, pálido.

-¿Conoces a la pared? ¿De nombre y todo?- Suelto sarcástico.

-No te hagas el gracioso, Román. Esta pared es igual a la del rocódromo del campamento. Y no cualquier nivel, si no el más difícil. Y suele venir acompañado de lava y esas cosas.- Deja la frase en suspense, pero lo he pillado.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora