Capítulo 29: Reencuentro

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Kyle...

-Román, levanta. Es hora de salir de aquí.- Agito con una mano a Román. El muy vago murmura algo, agita una mano, y se vuelve, dándome la espalda. Con un bufido, le agarro del brazo, y le levanto de un empujón.

-Román, ¿Quieres salir de aquí o no?- Abre los ojos sobresaltado, parpadea para habituarse a la luz, y me mira.

-Ya voy, hombre. No hacia falta ser tan brusco. ¡Y claro que quiero salir de aquí!- Se queja. Le suelto, y él se frota el brazo.

-Exagerado. Tampoco te he agarrado tan fuerte.- Ruedo los ojos, y le espero dando golpecitos con el pie en el suelo, inquieto.

-Ya vooy. Relájate hombre.- Recoge sus cosas, y se pone a mi altura.- De acuerdo, ¿Por donde salimos?

Señalo las entradas. Hay dos, una de metal, y otra de madera. Indeciso, miro entre ambas. Las dos dan a pasillos oscuros, en los que no se distingue el final. En serio, odio este templo.

-¿alguna idea de por cuál ir?- Niego levemente con la cabeza, y Román frunce los labios. Parece que va a decir algo, pero justo entonces, oimos un grito, que resuena en uno de los pasadizos. Nos miramos, y exclamamos a la vez.

-¡Las chicas!- Salimos corriendo por el pasillo de metal, lo más rápido que nos permiten las piernas.

El pasillo se hace interminable. Está oscuro, apenas veo la silueta de Román unos pasos por delante de mí. Corremos, como si nos persiguieran los perros del Infierno, hasta que siento las piernas en llamas. Arden, pero ignorándolo, sigo corriendo.

Una luz, hay una pequeña luz al final. La luz se va ampliando, cada vez más, y  más. A pesar del dolor y del cansancio, corro más rápido si cabe. Tengo los nervios a flor de piel. Román acelera el paso también, y ambos nos avalanzamos hacia la luz.

Bianca...

Tras separarnos del abrazo, hago un gesto de apoyo a Ella. Sé lo mal que lo está pasando. Debe ser horrible tener sobre su conciencia todo esto. Para mi alivio, ya no veo en sus ojos la oscuridad que había antes.

Sigue habiendo una luz, aunque atenuada por la carga que está llevando. Quiero ayudarla, pero no sé como. No es algo que se pueda leer y aprender en un libro. No hay manual de instrucciones para estas cosas.

Giro la cabeza, extrañada. Creo oir algo, pero no estoy segura. Viene de uno de los pasillos, del que han salido varios monstruos.

-Ella, Izzy, creo que he oido algo en el túnel. Parecen ecos.- Ambas se ponen alertas enseguida. Cogen sus armas, y se ponen a mi lado.

-Posición de combate. La misma de antes. Debemos estar preparadas. Vamos a ver que es lo que viene ahora.- Asiento, y me coloco enfrente de Izzy, a un lado de la puerta. Ella se coloca enfrente, con ambas espadas listas. Hay veces, que no puedo dejar de admirarla. Tanto peso sobre su conciencia, y sin embargo, no ha renunciado, no se ha permitido hundirse, no ha dudado ni un segundo. Sigue luchando. Y aún más, sé que piensa sacarnos a todos de aquí con vida.

Pero tengo miedo de que su esfuerzo se vuelva inútil. Al fin y al cabo, una profecía es una profecía. ¿No? Tengo miedo por ella. Si alguien muere, Ella no dejará de culparse jamás. Nunca se lo perdonará, y aunque lo supere, nunca volverá a ser la misma. Simplemente, sé que Ella es así

El eco suena cada vez más fuerte, y me obligo a centrarme. Agarro con más fuerza mi arco, y paso una mano por las suaves plumas de la flecha, lista para disparar.

El eco se acerca. Agudizo el oído para percibir cada movimiento. Ella nos hace una seña, y nos preparamos. Me concentro, y cuando estoy a punto de cargar el arco, distingo el sonido. Pasos. Abro bruscamente los ojos.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora