Capítulo 23: Si sobrevives....

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Héctor...

Al principio, solo veo oscuridad. Después, oigo voces. Se mezclan en mi cabeza, impidiéndome centrarme en una. De pronto, oigo una palabra, "Ella." Me aferro a esa voz, y mi visión se aclara. La diosa Hera, por el pavo real que tiene en el hombro, habla de monstruos.

-Su castigo es claro. No pienso dejar que se enfrente a monstruos mediocres. Ahora que la he separado de sus compañeros, la será mucho más difícil salir con vida. Y si por algún motivo, consigue superar mis nueve primeros monstruos, me encargaré de que el último la mande de cabeza al inframundo.- Una cruel risita salió de la boca de la Diosa.

Héctor se estremeció ante el odio que destilaba la voz de la Diosa Hera. ¿Cómo podía odiar tanto a una chica que no conocía? Ni que fuera hija de Zeus...

-¿No se enfadará Poseidón por la muerte de su hija?- Una voz masculina resuesa, pero no veo quién habla.

-Posiblemente, pero sabe que ella tiene la maldición, por ser descendiente directa de Heracles, y por ser su hija. Sabe que en parte, es culpa suya. Y sabe que las probabilidades de sobrevivir, son ínfimas.- El regodeo en la voz de la diosa provoca que se me ponga el pelo de punta, y, me despierto sobresaltado.

-¡Ella!-

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No sé que hora es, no sé si es de día o de noche. En la sala donde me despierto, no llega la luz del sol. Me incorporo con un gruñido de dolor, e inmediatamente tengo a dos niñeras colgadas al cuello.

-¡Héctor! ¿Estás mejor? La mayoría de heridas han curado, pero tendrás un par de feos moratones durante una temporadita.- Saluda Kyle con un tono bromista que suena forzado. 

-No hay tiempo para eso. Ella y las chicas están en peligro. Escuchadme, he soñado con Hera, y he visto lo que planea. Nos necesitan. Nos necesitan más que nunca.- Me pongo en pie y empiezo a recoger mis cosas.

-Eh, eh calma toro. ¿Qué has visto exáctamente?- Aparece Román por una esquina, y me coge del hombro para detenerme.

-He oído a la Diosa hablar del castigo de Ella. Que no pensaba dejarla monstruos fáciles, y que existían remotas posibilidades de que sobreviviera. Y luego, otro a preguntado que si eso no ofendería al Dios Poseidón, y ella ha dicho que no, puesto que sabe que es en parte culpa suya que ella tenga la maldición.- Estoy de los nervios, apenas puedo permanecer quieto. Mis manos juegan con el cuchillo de la manga.

Los chicos abren mucho los ojos, se ponen en pie de un salto, y recogen todo a una velocidad tremenda.

-Héctor, tú guías. Vamos a buscar a las chicas. Ellas pueden derrotar todos los monstruos que quieran, pero diez son muchos, y si muere alguna de ellas, no me lo perdonaré jamás.- Arranca Kyle con una convicción asombrosa, y busca una salida posible de la sala.

-¿Véis alguna salida?- Señalo, y nos dirigimos a las enormes puertas de bronce celestial. Están cerradas, pero eso no es un impedimento para un muy cabreado y preocupado hijo de Ares.

-Padre, ¿Me echas una mano?- Musito, aferro mis hachas, y las lanzo con furia contra la puerta. Las puertas resisten, pero yo no me rindo. Con cada golpe, las puertas tiemblan.

Los golpes de mis hachas se vuelven más rápidos, más certeros, y se transforman en un borrón rojo. Su padre me está dando su bendición. Las puertas se debilitan, empiezan a abollarse. Puedo ver que falta poco para que se rompan del todo. Cojo uno de las hachas con las dos manos, y descargo un potente golpe en la parte más débil de la puerta. Con un chirrido, cae al suelo, dejando un hueco suficiente como para que pasemos.

Hijas de Dioses: La maldición de HeraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora