54. Caída.

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Me despierto el olor de Yarel impregna todas las sábanas, pero al abrir los ojos compruebo que no está en ellas, no hace mucho que se ha marchado. Veo que ha leído la nota que le dejé anoche: «mañana no te marches sin antes haber hablado conmigo, despiertame si hace falta». Me pongo un pantalón corto de algodón gris con una camiseta igual a juego. Bajo las escaleras tranquilamente, cuando llego a la cocina lo veo sentado en una de las sillas apoyando en la mesa tomando café y leyendo el periódico en el iPad. Se da cuenta de mi presencia pero no levanta la cabeza

-Buenos días preciosa.- Lo miro con una ceja enarcada mientras cojo fruta y zumo de naranja.

-Buenos días.- Respondo cortante mientras me siento en la otra punta de la mesa del salón.

-¿De qué querías hablar?. No tengo mucho tiempo y mucho menos para perderlo en tonterías.- Y el gilipollas Mister Ice ha vuelto a el en tiempo récord.

-Pues sobre bastantes cosas a decir verdad, pero casi mejor que te lo hago llegar a través de Enrik y ya me darás respuesta.- Apaga el iPad y lo deja de golpe sobre la mesa. Menos mal que lleva protector.

-Cuéntame que te atormenta.- Dice con una sonrisa burlona que no me gusta. Enrik entra en escena, pero desaparece en cuestión de segundos cuando se da cuenta de la situación de discusión en la que estamos.

-Atormentarme, pocas cosas, pero sacarme de mis casillas, a ti en concreto, se te da de lujo.-Sonríe de nuevo. Es idiota, pero es un idiota que me encanta.

Se levanta de su silla mientras lo miro, rodea toda la mesa y viene tranquilamente hacia a mí mientras lo observo con la sensación de estar prácticamente bajo el efecto de un maldito hechizo. Se pone a mi espalda, me besa coronilla, mejilla y cuello, para finalizar abrazándome y soltarme poco a poco. Sabe como jugar, juega demasiado bien.

-Vamos al jardín y me cuentas lo que quieras.- Termino el trozo de plátano que me queda y salgo detrás de el por una de las puertas correderas de cristal del salón.

Hoy va vestido con un traje azul oscuro, el cual le hace mejor culo si cabe la posibilidad de que sea así, solo de pensar que muchas mujeres lo verán así el resto del día, tengo ganas de asesinar a media humanidad. ¡Uf los celos!. Lleva el pelo sin gomina y ni si quiera peinado, le cae sobre la frente como una fina cascada de hilos de oro movida por el ligero aire que hace. Las manos las lleva guardadas en los bolsillos delanteros de los pantalones y se gira de vez en cuando para comprobar que aún lo sigo. Es guapo, y lo sabe, está como un tren lleno de diamantes, y lo sabe, me gusta hasta límites insospechados, pero eso no estoy segura de si lo sabe, pero creo que es algo más que evidente. Se sienta en el borde de una de las tumbonas y yo me tumbo en la de al lado, estoy empezando a ser más sedentaria que un sofá.

-Cuando usted quiera.- Dice con voz suave mientras entrecruza los dedos de las manos.

-Quiero poner una mesa en el jardín, cubierta por una pequeña carpa para los mosquitos o alguna lluvia inesperada.- Yarel asiente lentamente mientras me mira a los ojos.

-Compra todo y Enrik lo instalará donde tu quieras.- Sonrío. Pasamos a la segunda cosa, la primera ha sido muy fácil aprobarla con éxito.

-Hay que decorar las habitaciones de los futuros bebés, estamos a casi menos de tres meses de tenerlos y aún no hemos preparado nada para los bebés.- Asiente mientras se mete la mano derecha en el pelo.

-Tienes toda la razón esta misma tarde iremos de compras para elegir todo. ¿Te parece?.- Asiento feliz. Está complaciéndome, veremos hasta cuando le dura esa actitud.

-Quiero tener algún un perro.- Yarel me mira con los ojos como platos. No le agrada mucho la idea que le acabo de plantear.

-Ya lo decidiremos en otro momento.- Suspiro, hasta aquí ha llegado lo de complacerme a mi libre antojo.

¡No! Es mio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora