DANIELA POV.
Nada más entrar en mi despacho llamo a Mirella.
-¡Mirellaaaa!.- Gritó.
-¡Chica que me dejas sorda!. ¿¡Qué mosca te ha picado!?.- Ahora siento yo el dolor de oído.
-Yarel. Yarel Solberg. ¡Es el hijo de Ul!.- Intento escuchar algún golpe por si se ha caído de culo.
-¡Ay pollito que la hemos liado!.- Dice Mirella ríendose.- Chica, Don Pluma va a tener razón. ¡Qué negro tienes el karma!.- Pongo los ojos en blanco.
-De esto a Juanma por ahora nada. Y ya sabes que según el test, es no, aunque tenemos que hacer otro.- Que ahora sí que espero que sea que no.
-Si sigues siendo cristiana, empieza a rezar.¡Porque de esta no te salva ni Dios!.- Si la tendría delante la lanzaría algo, estoy segura.
Noto una respiración en mi cuello. Derrepente una mano coge mi teléfono de la mía. Me giro y es Yarel.
-Mirella. En un rato habláis.- ¿Qué narices querrá este ahora?.
Deja mi iPhone encima de mi mesa. Ahora me acuerdo en el arquitecto, que se le ocurrió la magnífica idea de poner una segunda puerta, que conecte los dos despachos y que encima esté detrás de mí.
-Ahí tienes la silla.- Le digo indicando con la cabeza a Yarel al otro lado de mi mesa.
Este sonríe. Echa el tranco en las dos puertas, yo le observo desde mi sillón moverse por mi despacho como un puma. Se gira y me mira a los ojos.
-Nos volveremos ha encontrar allí donde la vida nos quiera juntar.- Cita la frase que yo le escribí en el papel.
-Esto no es que nos quiera juntar. Esto es una broma muy mala del destino.- Digo poniendo mis piernas cruzadas en sillón.
Yarel camina hacia a mí y yo salto de mi sillón.
-¡Quieto ahí vaquero!.- Digo apuntándole con el dedo.
-Sigue soñado cabezota. Aquí no puedes huir mucho.- Me le quedo mirando con mi peor cara de poker y el sonríe. No sé por dónde le ven lo de Mister Ice.
Después de alrededor cinco vueltas a la mesa decido deshacerme de mis tacones.
-Quieta ahí pequeña...-Dice con la voz grave.
-Si no, ¿qué?.- Mi padre siempre me ha dicho que no es bueno retar a las personas. Menos cuando llevas las de perder. Pero tengo una ligera gran manía por buscarme las cosas yo solita.
Yarel salta por encima de mi mesa y a mí solo me queda retroceder como los cangrejos. Eso no me lo había visto venir.
-Ahí quieto.- Le digo apuntándole con un dedo cuando está a escaso metro mío.
-Que te lo has creído cabezota.-Llega a mí y me besa. Yo no le correspondo.- ¿El trabajo te tensa?.- Dice en tono fanfarrón.
-¿Y a ti te reduce las neuronas?.- Aprovecha el haberme hecho hablar para meter su lengua en mi boca. Me intento resistir pero es imposible. Mi cuerpo sigue recordando cómo se mueve el suyo. Dulce pero fiero.
-Te puedo decir algo que no me reduce. Las ganas de ti.- Me muerde el labio y yo pongo las manos en su pecho en un intento fallido de apartarle.
-No se pueden tener relaciones entre empleados querido jefe, normas de la empresa.- Le guiñó un ojo y me de escabullo de entre sus brazos.
Camino hacia mi sillón y me siento.
-Entonces tendré que hacer que no seas mi empleada.-Me le quedo mirando y sonrío.
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¡No! Es mio.
RomanceDesde que era pequeña siempre he querido tener unos pequeños pies corriendo por casa, el problema es que jamás he encontrado con quien hacer eso. Hace unos meses decidí que fuera así, pero sin necesidad de tener que hacerlo con alguien, criaría esos...