33.Desesperante.

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Cuando dan las diez empiezo a asustarme, han pasado dos horas desde que ha salido por esa puerta. Yarel no ha aparecido por ninguna parte, dudo en bajar. Mientras me debato en moverme o quedarme donde estoy, alguien toca a la puerta. Ya estoy vestida, llevo unos vaqueros azules oscuros, una camisa de color azul turquesa con lunares blancos y me he calzado mis deportivas.

-Adelante.- Digo alto y claro, para quien sea entre. Estoy segura de que no es Yarel, no suele llamar a la puerta.

-Buenas noches Señorita Martinez.-Dice un hombre medianamente mayor entrando por la puerta.

-Buenas noches.-Digo sentándome en la cama para poder mirarlo.

Observo al hombre. Es un armario empotrado, vulgarmente dicho, medirá alrededor de un metro noventa, está muy musculado, es rubio, o por lo menos parece que lo fue, ya que su pelo no es precisamente abundante, sus ojos son de un marrón verdoso muy extraño, y tiene un rostro un poco arrugado, el tiempo no perdona a nadie supongo. Le calculo unos cincuenta y cinco años.

-Me llamo Enrik, soy como la mano derecha de Yarel. Aún no me habías conocido.- Asiento como una automata a su obviedad.- Yarel ha tenido que ir a hacer unas cosas al centro de la ciudad, y me ha enviado a recogerla a usted para que la lleve a un restaurante cercano a donde se ha tenido que reunir. ¿Está usted preparada?.- Pregunta con una sonrisa. Es majo, y se le ve buena persona.

-Si. ¿El resto de mi ropa?.- Pregunto dubitativa.

-Está abajo. Colocada ya en su bolsa de deporte.- Observa el montón de ropa que hay a los pies de la cama.

Se acerca hasta el montón que he vuelto hacer tras elegir la ropa que me quería pone hoy y lo coge.

-Entonces vamos.- Dice haciéndome un gesto con la cabeza, en sus brazos está el montón de ropa.

Observo la supuesta mini mansión mientras lo sigo. Los colores que predominan en ella son el blanco, el gris y el negro, me parecen unos colores muy tranquilos, pero por otra parte, muy inexpresivos. «Tu piensa en quien es el dueño, y te imaginarás porque son así.» Me encojo de hombros y sigo caminando. Las escaleras son de mármol, y la barandilla para agarrarse, parece de oro. Cuando quiero llegar abajo, Enrik ya me espera bolsa de deporte en mano. He debido de quedarme embelesada en alguna parte más tiempo del que yo pensaba.

Montamos en un Audi A8 negro, Enrik conduce y yo me siento detrás. Necesito pensar en muchas cosas. Recuerdo que necesito pasar por mi apartamento, quiero ver a Zarpas Suaves, y que ahora mismo, lo último que me apetece en este planeta es ver a Yarel.

Por deducciones obvias ya se porque ha salido tan rápido de su propia mansión y sin avisar. Tampoco tiene un contrato donde diga que tiene que estar junto a mí todo el día, ni yo saber dónde está el. Pero si me hace quedarme en su casa, no puede irse el y tenerme a mí encerrada a su santo antojo.

-Enrik. ¿Te importaría acercarme un momento a mi casa?.- Pregunto con mi mejor cara.

-Tengo órdenes de llevarla directamente al restaurante, Señorita Martinez.- El me mira serio por el espejo retrovisor del centro del coche.

-Será solo un momento. Quiero ver el estado de mi minino después de dos semanas de ingreso y necesito asearme un poco más para la ocasión.- Suspira. He consigo convencerlo.

-De acuerdo, Señorita Martinez. Pero no debemos demorarnos mucho en llegar a la cena.- Dice advirtiéndome. Sé que el se puede jugar su puesto de trabajo, y me apena que sea por mi culpa.

Unos minutos después estoy bajando del Audi A8, bolsa de deporte en mano. Espero profundamente, que por lo que voy hacer, Enrik no pierda su trabajo.

Cuando entro a mi apartamento me huele a polvo, más bien a antiguo, abro las ventanas y activo los cinco AmbiPur que tengo colocados por todo el apartamento, abro todas la ventanas y me doy cuenta que todo tiene muchísimo polvo. Poco después los sprays han hecho su trabajo y la casa huele a «brisa marina», es mi olor favorito.

¡No! Es mio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora