YAREL POV.
Me despierto por oír la canción de Photograp de Ed Sheeran de nuevo. Miro a mi alrededor y recuerdo a Ela.¿Porque no está en la maldita cama conmigo?. Cojo su iPhone y veo en la pantalla "Mi Bomboncito". ¿Tiene novio?. Me levanto y lo cojo.
-¿Si?.- Respondo dudoso de haber cogido la llamada.
-¿Quién narices eres tú, y que le has hecho a mi chiquita?.- Dice una voz con un acento un tanto marcado.
-Yo soy Yarel y estoy con Ela ahora.- Digo apretando los puños. No soporto que me pase esto.
-Páseme a Ela guey.- Me levanto y me dirijo al baño.
Abro la puerta. Ela está de espaldas bailando con el iPod en la mano y unos cascos puestos. Está totalmente desnuda. Canta de más bajo a más alto In the name of love. ¿La gustan esas cosas?. Canta bien, aunque con ligeros gallos. Decido tocarla el hombro, antes de que me pille como un espía apoyado en el marco de la puerta observándola. Con su carácter, mi vida pueda correr peligro.
Me ladra que qué quiero, coge el iPhone y me echa del baño.
Jamás. En mi vida. Me han echado así. Más bien me ruegan que me bañe con ellas. Me quedo sentado en el borde de la cama, dudando si vestirme e irme, o quedarme y recordarla lo bien que follo, ya que posiblemente no vuelva a verla. Opto por la segunda y entro al baño. Me vuelve a ladrar, la cojo en brazos y me meto en el agua con ella encima. Cuando salimos ya estamos los dos muy calientes de nuevo, sedientos de nosotros.
La dejo en la cama y la empiezo a besar de nuevo. Me doy cuenta de que tiene varias marcas por el cuerpo, y que no sólo era el carmín de sus labios que esparcí yo, sino que, me he pasado de vueltas con la pasión. La culpable es ella que me reta todo el rato.
-Y ahora, te voy a recordar, porque a mí, no se me echa, de ninguna parte, cabezota.- Tras decir esto entre jadeos míos y suyos, empiezo con un sexo suave y voy subiendo de fuerza hasta que la oigo gemir debajo de mi. A mí nadie me rechaza.
DANIELA POV.
Me levanto pronto, ayer no bajé la persiana, ni eché las cortinas, y los primeros rayos de sol me molestan en los ojos ya. Me estiro y en ese momento me topo con un brazo. Mierda. Yarel. Pensaba que se habría ido o no sé realmente.
Duerme como un angelito boca abajo con la cara hacia mí. Aunque tiene el ceño fruncido. ¡Pero qué raro es!. Me levanto, saco una camiseta, una sudadera, pantalones y ropa interior deportiva. Entró en el baño, me peino, hago una coleta alta y salgo.
Ahora el bello durmiente está en mitad de la cama boca arriba, con las sábanas por las caderas solo y parece tranquilo, ya no tiene el ceño fruncido. Bajo la persiana para que descanse un poco más, anoche prácticamente hizo todo el. Cierro la puerta suavemente. Cuando ya estoy fuera mi Nike Running del iPhone se activa con tan solo tocar la pantalla y empiezo a correr.
Una hora y media después estoy donde empecé. Por una vez en mi vida no me he perdido entre las calles de la ciudad en la que estoy de vacaciones. Son las 10;30 de la mañana. Mirella no habrá ni abierto los ojos. Pido el desayuno. Un café, con napolitanas y zumo. Leo la prensa en el único periódico español que he encontrado en el quiosco de fuera, El país.
Cuando termino me encamino hacia mi habitación, subo en el ascensor acompañada por un hombre bastante guapo llamado Ian. Me da su número y lo apunto en notas, yo nunca doy mi número a nadie. Quedo en llamarlo uno de estos días. Habla perfectamente español.
-¿Dónde te habías ido?.- Eso es lo primero que escucho cuando entro por la puerta.
Lo veo apoyado en la ventana, totalmente desnudo aún y mirándome con cara de enfadado. Lo está.
-Como ves, a correr.- Digo mientras cojo un vaquero, una camisa y ropa interior limpia.
Lo que me parece extraño es que él no se haya ido ya. Cuando salgo de la ducha Yarel se ha vestido de cintura para abajo, y está mirando por el ventanal grande que hay, desde el cual se divisa un poco el mar a lo lejos. Es ancho de espaldas y estrechó de culo, «maricon seguro» me dice la voz interior, que es como una Mirella de emergencia. Cuando ella no está, la voz interior la releva.
-¿A qué esperas?. ¿A qué te entregue una carta de despedida?.- Digo mientras cojo mi iPhone de encima de la mesa.
Yarel se da la vuelta y estudia mi expresión. Desde luego desde hace unos años hacia acá, me he vuelto muy cínica cuando quiero. Las personas cambian, decía mi madre, sobre todo las que más sufren, aquellas son las más frías, aunque sean las que más necesitan unos brazos cálidos.
-Por lo menos me darás tu número, ¿no?.- Dice poniéndose la camisa.
-¿Para qué?.- Ya sé para qué es, pero no quiero que sepa más de lo necesario sobre mí. Solo me hace falta que dentro de unos meses viaje a España, quiera verme, y me encuentre con el pastel.
-Para nada, cabezota.- Dice mientras se abotona los últimos botones de la camisa.- Un placer conocerte y compartir cama. Ya nos veremos, quizás, en otro momento.- Dice saliendo por la puerta y cerrándola de un portazo.
Cuando le vi anoche me pareció tan, no sé, perfecto. Pero como siempre, las apariencias engañan. En realidad, yo aquí no he venido a por mi príncipe azul, sino a encontrar el hombre perfecto para tener un bebé precioso. Y con suerte, ya lo tengo.
Llamo a Mirella.
-Mocosa.- La digo cuando lo coge.
-Grandullona.- Dice riendo.
-No sé qué me dice que has pasado una muy buena noche.- Oigo como gruñe al otro lado de la línea.- En la puerta principal en media hora. ¿Okay?.- La digo. Juraría que se acaba de despertar.
-Okay. Por cierto. ¿Qué le has hecho a Yarel?. Menudas malas pulgas traía cuando ha tocado a la puerta. Si no se llega a levantar Anker, la echa abajo.- En realidad no le he hecho nada.
-No le quise dar mi número.- Explico como si nada.- Nos vemos abajo. Te quiero.- Y cuelgo.
Cuando llegó abajo tengo la mala suerte de que los dos hombres están desayunando en la terraza. Les doy la espalda, gracias a dios Mirella llega puntual, como de costumbre.
-¿Ya tenemos nuestro regalo de Navidad?.-Digo a Mirella un poco alto.
-¡Si!. ¡Por fin!.- Empezamos a dar pequeños saltos como dos niñas pequeñas con zapatos nuevos.
-¿Cuál es ese gran regalo?.- Dicen Anker y Yarel detrás nuestro al unísono. Nos quedamos inmóviles en el sitio. Mierda.
-Nos vamos a hacer turismo.- Los dos hombres nos miran confundidos. Y nosotras nos despedimos.
-Si queréis, nosotros os hacemos de guías.- Dice Anker sonriendo a Mirella.
-Eh... No, ya nos veremos.- Yarel parece que sonríe. Justo aparece el aparcacoches con el Audi A5.
Nos montamos y Mirella se despide de Anker desde el asiento del copiloto lanzándole un beso, que el corresponde. Yo solo levanto una ceja y Yarel otra, aunque se le veía la sombra de una sonrisa en las comisuras.
-¿Tiene hoyuelos?.- Dice Mirella como una loca.
-Si, supongo.- Digo poniendo los ojos en blanco.
-Anker también. Son taaaan monos.- Hay mi madre que hemos hecho.
-¿No te gustará, no?.- Digo frenando en seco en un semáforo que está en rojo.
-No. Si. No sé. Puede que un poco.- Doy con mi cabeza en el volante. Lo que provoca que el hombre que está conduciendo el coche al lado del nuestro me mira como si estuviese loca.
-Esto no puede estar pasando...- Después de hablarlo por largo y tendido, mientras paseamos por las calles de Copenhague, llegamos juntas a una conclusión. Ella disfrutará de su amor de Navidad con Anker. Pero sin darle datos de más que nos puedan complicar la vida, mientras que yo seguiré disfrutando de otras cosas de esta ciudad. Cuando nos vayamos, nos olvidamos de lo que hemos hecho en esta ciudad, y de todos los hombres que hay en ella.
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¡No! Es mio.
RomanceDesde que era pequeña siempre he querido tener unos pequeños pies corriendo por casa, el problema es que jamás he encontrado con quien hacer eso. Hace unos meses decidí que fuera así, pero sin necesidad de tener que hacerlo con alguien, criaría esos...