DANIELA POV.
El jueves me levanto de mejor humor, veo todo con más perspectiva. Yo no puedo estar con Yarel, así que no debo impedirle que conozca a otras mujeres, con lo cual, dejaré que siga con sus asaltos a Alicia. Yo por mi parte seguiré una semana más, y después, estaré casi tres meses con tranquilidad absoluta.
Llego a la cafetería con una sonrisa y hablo un rato con Marco de nuevo, intenta convencerme de ir una de estas tardes al gimnasio con él, el problema es que casi es como si lo tuviera prohibido. A la media hora de empezar a trabajar, Yarel entra en mi despacho como un torbellino y cierra la puerta. «Respira hondo Daniela». Espero a que dispare lo que quiere.
-¿Cuánto tiempo voy a tener que esperar para que aceptes, Daniela?.- Mira el anillo y mis ojos alternativamente, como si esperaría encontrar ahí la respuesta.
-No hace falta que esperes ningún tiempo. Es un no.- Sus ojos se convierten en una total piedra gris.
-Tú lo has querido.- Sale de mi despacho dando un portazo y entra en el de Sabrina. Minutos después sale con Sabrina y Alicia. No sé si reír o llorar, opto por callar y seguir a lo mío. Sé que piensa jugar sucio, pero yo no lo voy hacer, no voy a darle esa satisfacción, si así cree que me va hacer cambiar de idea, va muy equivocado.
A la hora de comer decido salir a la cafetería a por algo de comer. Casualmente Yarel está sentado en la única silla de la cafetería desde la que se puede ver quien entra y quien sale, y más de la mitad de la cafetería también puede observar sin problemas. Noto su mirada en mi nuca todo el rato, intento ponerme en la mesa más alejada de su alcance visual, pero no soy la única que intenta no ser vista por el "jefazo" así que lo tengo difícil. Segundos después de sentarme llegan William y Athan, ambos amigos de Juanma, y de su misma nacionalidad.
-¿Nos podemos sentar contigo preciosa?.-Sonrío y asiento, ellos me lanzan un beso.
-Sabéis que si.- Antes de sentarse ambos me besan los dos carrillos como si fueran un par de abuelitas.
-Juanma nos ha dicho que te cuidemos en su ausencia.- Dice William nada más sentarse. Tengo a los dos frente a mi, la mesa es rectangular, aunque pequeña.
-No necesito que nadie me cuide chicos, pero gracias.- Se miran entre sí y se encogen de hombros.
-¿Ni si quiera del jefazo ese que no te levanta la mirada de encima desde que nosotros nos hemos sentado?.- Intento girarme disimuladamente, pero Yarel no se molesta ni en apartar la mirada cuando los tres a la vez lo miramos. Vuelvo ha hacer caso mi ensalada con pollo e ignoro la mirada que sigo sintiendo a mi espalda.
-No, ni del jefazo.- Respondo tajantemente. Llevo mucho tiempo cuidándome sola, ahora no voy a empezar a necesitar que alguien me cuide de nuevo. Soy una mujer adulta y sensata que sabe cuidar de sí misma.
Ellos suspiran tras mi respuesta y me miran con cara rara, creo que como Juanma, saben detectar como estoy aunque lo quiera evitar a toda costa.
Todos los sudamericanos de mi vida tienen los mismos gestos y expresiones. Para despistarme un poco me cuentan que ambos pretenden casarse pronto, solo que con un ligero impedimento, aún no saben con quien, pero tienen la esperanza de que la adecuada no tarde mucho. Los dos son guapos, altos y musculosos, a veces les he visto en el gimnasio. Los dos son contables, un trabajo que a mi me parece de lo más aburrido. La verdad es que no piden muchos requisitos para ser su mujer perfecta: independiente, amable, educada, familiar, que sea una amiga y también una buena compañera, y quiera tener al menos dos hijos.
-Que pena que tu no estés soltera preciosa.- Voy a responder a su afirmación, pero en un segundo, mis dos amigos y toda la gente de nuestro alrededor se queda en silencio. Solo con eso sé de sobra quien está detrás de mí.
ESTÁS LEYENDO
¡No! Es mio.
DragosteDesde que era pequeña siempre he querido tener unos pequeños pies corriendo por casa, el problema es que jamás he encontrado con quien hacer eso. Hace unos meses decidí que fuera así, pero sin necesidad de tener que hacerlo con alguien, criaría esos...