36. Caer.

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Cuando abro los ojos veo ese color blanco en el techo tan familiar, los pequeños pero agudos pitidos de un monitor y noto una fina tela que casi no pesa cubriendo mi cuerpo. «De nuevo en el hospital Daniela». Giro la cabeza a la izquierda y encuentro a Yarel con la cabeza entre sus brazos y piernas, alargo el brazo y toco su pelo, ahora muy brillante por la suciedad de tanto tocárselo. Automáticamente levanta la cabeza y observa mi cara.

Por su cara se ven regueros de lágrimas que ya se han secado, pero que han sido abundantes. Frunzo el ceño y recorro con los dedos esos trazos que hay por su tez. No hace falta que pregunte porqué mi Mister Ice privado ha llorado, aunque me gustaría que no fuera así.

-Buenos días bella durmiente.

Girobla cabeza a la derecha y veo a Rodrigo Ramos de pies ante mí. Suspiro, otro día más viéndolo. Y me da a mí, que no va a ser la última vez en verle. Rodrigo no habla y Yarel capta la indirecta de que debe de salir fuera para que ambos podamos hablar de mi estado. En cuanto se oye la puerta cerrarse, Rodrigo pasa del doctor afable, al más cabreado del mundo.

-¿Para qué crees que te di las instrucciones Daniela?.- Dice enfadado.

Me encojo de hombros, del cien por cien, no sé si habré llegado a cumplir el diez por ciento, tirando a una cifra alta. Ya que en realidad no llegué si quiera a leer todos los papeles que había dentro de la carpeta.

-No hice un esfuerzo tan grande. Estuve bailando zumba, después estuve metida en un jacuzzi, y cuando salí me metí en la piscina.

Rodrigo suspira y me mira con cara de pocos amigos.

-Eso ya me lo han contado. ¿No crees que salir de un jacuzzi a no sé cuántos grados de calor y meterse a una piscina, por muy climatizada que sea, no va afectar a tu organismo?.-Suspira, mira al techo y luego vuelve a mirarme a mí.- A veces creo que en esa cabeza loca solo hay aire Daniela.- La verdad es que, no había caído en la cuenta del cambio del calor al frío, pero podría ser una buena razón.

-¿Has cumplido algo de la dieta impuesta?.

Me encojo de hombros y vuelve a mirarme mal.

-¿Ayer que desayunaste?.

-Nada, no me apetecía comer nada antes de ir al gimnasio.

-¿Tomaste algo después de hacer deporte?.

-Batido de proteínas con sabor a chocolate.

Rodrigo se empieza a desesperar, no he seguido ninguna de sus indicaciones. Martillea con su bolígrafo la tabla y los papeles que lleva en la mano, que imagino que serán todos mis resultados.

-¿Comiste algo al llegar a casa?.

-Un sándwich y un zumo de naranja.

Mete el bolígrafo en el bolsillo de su bata que está en el lado izquierdo de su pecho, se coloca el pelo con la mano derecha, mientras se da aire con la tabla que sujeta mis papeles que tiene en la mano izquierda.

-¿Sabes la de cosas que te podrían haber pasado?. Bajón de tensión, bajón de azúcar, desmayos continuos, mareos. Me parece normal que comiendo tan poco, te pase esto.

Me humedezco los labios. La boca se me está quedando seca. Si yo fuera el, lo que pensaría es que pretendo perder al bebé, aunque en realidad lo único que quiero es tenerle a toda costa, me da igual la medida de las consecuencias.

¡No! Es mio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora