59. Felicidad limitada.

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-Hector.- Veo como Yarel respira profundamente mientras se quita el primer botón de la camisa a duras penas con los dedos temblorosos.

-¿Qué no me has contado, Daniela?.- Toco la carta. Este momento tenía que llegar tarde o temprano. Ha llegado muy temprano, demasiado para lo que yo esperaba. Me da miedo abrir la carta. No quiero que Yarel la lea a la vez que yo. No sé si siquiera quiero leerla yo.

-Dejame leerla solo yo. Después te contaré todo y te la enseñaré.- Respira profundamente de nuevo, sus ojos están pétreos, pero no sé identificar nada en ellos.

Enrik vuelve a bajar del coche a por ropa para los dos. Guarda a los perros, los cuales gracias a dios están perfectamente, y se asegura de que la alarma y todo estén activadas. El se encargará de hablar con la policía, le he pedido que avise a Hayden y solamente le diga que ha sido Hector.

Yarel se sienta en el lado izquierdo del coche, y yo en le derecho. Volteo por lo menos diez veces la carta hasta que me decido a abrirla. Hay una carta y varias fotografías. El coche arranca mientras yo empiezo a leer la carta y dejo todas las fotografías en mi regazo.

«Hola Caramelito, no hace falta que te diga quien soy, llevas esperándome mucho tiempo. París fue un comienzo de lo que va a ser tu final. He vuelto, he vuelto a por ti, y nos iremos los dos juntos. Dijimos hasta la muerte, y será hasta la muerte, Caramelito. Ni tu magnífico marido, ni Hayden impedirán que llegue hasta a ti, mucho menos tus nuevos guardaespaldas, tampoco tus nuevos perros. Nada ni nadie se te interpondrá entre tu y yo cuando llegue el día señalado. Te esperaré. Espérame. Vas a morir. Voy a matarte. La próxima vez que nos veamos, será el último día de tu vida.»

Sin darme cuenta las manos comienzan a temblarme y la carta se resbala cayendo al suelo, segundos después el ataque de pánico comienza. Las lágrimas resbalan por mi cara, el aire se niega a entrar y salir de mis pulmones, de mi boca solo sale un constante no, siento como si me aplastaran bajo una losa de hormigón de millones de kilos. Viene a por mi, viene a por mis bebés. Lloro, no veo nada, estoy cegada por el miedo, por el pánico, por mi pasado, por todos los recuerdos que vuelven a revivirse ante mis ojos. Noto como el coche frena en seco y como los brazos de mi marido me rodean sacándome de este. Lo siguiente que noto es una cama debajo de mí. Consigo abrir los ojos, estamos en la habitación del hotel, frente a mí está Yarel, a mi lado está Hayden sentado.

-Por favor respira. No va a pasar nada. Estoy yo, está él, están ellos.- En el fondo de la habitación están Jake y Eduard, los dos guardaespaldas, nos miran con caras de asombro. Creo que cuando los contrataron no esperaban nada de esto.

-Dame la carta.- Jake me da de nuevo la carta. Hay ocho fotos, todas escritas por detrás.

La primera es una foto mía en el hospital cuando salvé a Dárian, tengo las escayolas.

«Hubiese sido muy fácil ahogarte con una almohada, haberte metido cualquier dosis extra en las venas o haberte matado de un balazo con un silenciador en la pistola. Muy fácil.»

La segunda foto es en casa de Yarel, estoy en mitad de la cama sola con las sábanas hasta el cuello.

«Aquí hubiera sido también fácil matarte, Yarel acababa de irse, no había nadie más en la casa, el hubiera sido el asesino.»

La tercera foto es una mía con Zarpas Suaves en la casa de Laredo, estamos jugando en el jardín con una pelota de lana de color blanco.

«Un disparo certero con silenciador y nadie habría descubierto quien te mató.»

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2023 ⏰

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