Él es Carlos, y tiene una historia muy inspiradora para ti. Viene de una familia muy pobre, pero eso no lo avergüenza, ya que ha encontrado una manera de ayudar a sus parientes a mejorar sus vidas significativamente.El papá de Carlos emigró ilegalmente a EE. UU. cuando él solo tenía 3 años. En su país se moría de hambre y le resultaba imposible conseguir trabajo. La mamá de Carlos estaba embarazada de su hermano menor, y la única esperanza de la familia era el dinero que el padre les enviaba. Mientras tanto, él intentaba legalizar su situación para que el resto de familiares pudiera ir con él e iniciar una vida digna. Cuando la familia entera llegó a la nación, su situación mejoró mucho, y por fin se aseguraron un plato de comida todos los días. Su nueva vida parecía casi lujosa, y Carlos estaba orgulloso de su papá por todo lo que había logrado por ellos en esos años de trabajo y sufrimiento.Cuando Carlos fue a una nueva escuela en Estados Unidos, notó que había una importante diferencia entre su vida y la de los demás. Él usaba ropa vieja que le habían donado, mientras que los otros vestían cosas nuevas. Todos tenían smartphones, y él ni siquiera podía soñar con un teléfono. Su familia era muy grande: eran cinco hermanos, y él era el mayor. Su mamá no trabajaba para cuidar a los bebés, y el salario de su papá no alcanzaba. Así que Carlos comenzó a trabajar de niño después de la escuela y durante las vacaciones. Podaba el césped de los vecinos, limpiaba, paseaba los perros, cosas como esas. Cuando tenía suerte ganaba una suma importante. Llevaba todo el dinero que ganaba a casa y lo agregaba al presupuesto común. Carlos miraba cómo sus compañeros se iban de vacaciones de verano con sus pares, mientras que él realizaba trabajos extraños desde la mañana hasta la noche. Pero no los envidiaba para nada. Estaba feliz y orgulloso de poder contribuir, ya que comprendía que sus ingresos facilitaban la vida de su familia. Lo importante era que se amaban y se apoyaban entre sí.Por supuesto, no se puede trabajar desde la mañana hasta la noche sin alguna pequeña distracción. Carlos tenía algo que lo apasionaba, la música. No era muy popular en la escuela, y le resultaba muy deprimente que lo aislaran. La música era una manera de escaparse de todo eso. Lo que más le gustaba era tocar la trompeta. Su maestra de música lo apreciaba mucho y estaba convencida de que tenía talento.Su maestra arregló una audición para él en un famoso instituto de música para que pudiera ingresar al terminar la escuela. Él tenía muchas dudas, no podía permitirse estudiar en un lugar así, entonces no tenía sentido ir. Pero ella dijo que, a veces, la vida nos da sorpresas. Tuvo que ir para no decepcionarla. En la audición le pidieron que improvisara y, a pesar de sus nervios, se dejó llevar por la música. Pensó en sus padres, sus hermanos y sus hermanas, e intentó transformar ese sentimiento cálido en una melodía. El resultado fue conmovedor. Al parecer, había logrado impresionarlos. Carlos no se sentía una persona talentosa, pero claramente ellos pensaban otra cosa.De todas maneras, tuvo que rechazar la oferta que le dieron. En el instituto creyeron que él había entendido mal, pero realmente la rechazó; había tenido mucho tiempo para pensarlo. Su familia lo necesitaba, les explicó que no podía decepcionarlos. Él ganaba dinero. Sin él, sus vidas serían mucho más duras. Tenía que contribuir, debía trabajar una vez que terminara la escuela. Le pidieron que no rechazara la oferta de inmediato, que conversara con sus padres y les pidiera su opinión. Y así lo hizo: les habló acerca de la llamada y les contó con orgullo la decisión que había tomado. Su papá lo miró confundido y dijo: "Hijo, ¿eres idiota? ¡Esta es la oportunidad de tu vida! ¡No luché todos estos años para que mis hijos se rompan la espalda por un salario mínimo!". Carlos no esperaba esa respuesta, ¡estaba tan sorprendido! "Pero no podría contribuir, ¡no trabajaría!", respondió. "Oh, vamos, somos adultos. ¡Algo se nos ocurrirá! ¡No es que estemos muriéndonos de hambre!".Ahora, Carlos está en su último año de secundaria, y el instituto lo espera. No puede esperar, practica todo el tiempo y también trabaja mucho para contribuir con algo antes de irse. Ve un gran futuro por delante, y todo gracias a su papá. Además de haber trabajado mucho para darle esa gran oportunidad, le enseñó a aprovechar los regalos de la vida y a establecer prioridades. Ahora Carlos entiende que es una pena desperdiciar tu talento si tienes uno. Está seguro de que será el estudiante más motivado jamás, porque, una vez que comience a trabajar como músico profesional, podrá devolver a su familia todo lo que le han dado para que cumpla su sueño.