Ella es Emma, y esta es la historia más vergonzosa de su vida hasta ahora. Muchas chicas se identificarán con ella, ya que es sobre su primer período. Hoy se ríe mucho cada vez que la recuerda, pero en ese momento estaba convencida de que su vida se había terminado. ¡Por favor, no te rías de ella!Emma viene de una familia muy religiosa, y a sus padres nunca les gustó mucho tocar temas psicológicos o afectivos. Su mamá la ama mucho, pero la aterraba saber que en algún momento tendrían que hablar sobre el período y el sexo, entre otras cosas (aún hoy le dan escalofríos con solo pronunciar la palabra). Emma llegó a los 11 años supersegura de que los niños no venían de ningún lugar, y que simplemente se materializaban en el vientre de la mujer. Y ni siquiera se molestaba en pensar en la pubertad o los cambios en su cuerpo.Una mañana, cuando se despertó y fue al baño, encontró unas extrañas manchas marrones AHÍ ABAJO. No sabía qué podía ser, se asustó. Lo primero que se le ocurrió fue pedir ayuda a sus padres. Pero la idea de salir del baño, ir con su mamá y explicarle lo que había pasado (sabiendo que tendría que hablarle de sus partes íntimas) era inconcebible. Pedirle ayuda a su papá ni siquiera era una opción. No tenía hermanos con los que hablar. Así que, por más asustada que estaba, decidió esperar; quizá se solucionaría solo.Emma fue a la escuela, pero no lograba concentrarse en el estudio. Lo único que hacía era escuchar su cuerpo e intentar comprender la gravedad de la situación. No se le ocurrió pedir consejo a sus compañeros, le daba mucha vergüenza mencionar de DÓNDE venían las manchas. Fue al baño un par de veces, siempre encontraba manchas nuevas. Pero no se sentía mal. Decidió esperar un poco más antes de entrar en pánico.A la noche llegó el dolor. Ese horrible dolor constante y perforador que toda chica conoce. En ese momento, supo que había llegado la hora de entrar en pánico. Se sentó en su computadora "dolor estomacal con sangre". A los 11, Emma no tenía muchos conocimientos de anatomía, estaba segura de que el estómago estaba en alguna parte del torso. La respuesta menos peligrosa que apareció fue una úlcera. Estaba convencida de que iba a morir, pero de todas maneras le daba mucha vergüenza pedir ayuda. Decidió pasar la noche con la esperanza de mejorar. Esa noche, no consiguió pegar un ojo.Al día siguiente, fue a la escuela muy nerviosa y asustada. Esa mañana había revisado de nuevo y las manchas marrones no dejaban de aparecer. Sin embargo, su condición tampoco había empeorado, así que acabó por distraerme con las clases. Hasta que llegó la hora de matemática. Emma sintió algo húmedo y corrió al baño. Encontró unas cataratas del Niágara sangrientas. Estuvo a punto de desmayarse, sus manos temblaban y lloraba como loca. Corrió a la oficina de la enfermera y le dijo que estaba sangrando, que tenía una úlcera y que iba a morir. A esa altura ya no le daba vergüenza contar su problema.Al principio, la enfermera se preocupó. Pero, después de preguntarle en detalle qué le molestaba, se tranquilizó notablemente. "No quiero decepcionarte", dijo, "pero lamento decirte que no vas a morir. ¡Solo estás teniendo tu primer período!". ¿Su primer qué? "Un período, ¿no sabes lo que es? La enfermera estaba muy sorprendida por la ignorancia de Emma, pero le explicó pacientemente qué era y cómo manejarlo. También le dio unas toallas femeninas y le enseñó a usarlas. Como imaginarás, la noticia de que no iba a morir la hizo muy feliz. Pero, cuando estaba por salir, la enfermera le dijo que le preguntara a su mamá si podía ir a la oficina a hablar en privado.Después de darle las noticias a su mamá y de verla algo avergonzada, Emma le dio el mensaje de la enfermera. No sabía de qué estaban hablando, simplemente estaba feliz de haber recuperado su vida saludable. Años después, cuando su mamá le habló acerca de la vida sexual con una clara expresión de intranquilidad, le confesó que la enfermera había subrayado lo importante que eran las charlas de psicología para los adolescentes. Había insistido en que la mamá de Emma debía superar su vergüenza y encontrar una manera de explicarle esas cosas tan importantes a su hija. Emma está muy agradecida con su enfermera, ahora entiende que no hay nada vergonzoso en nuestro cuerpo. Si tenemos una pregunta, no debemos guardárnosla. Lo mejor es que los padres sean quienes respondan esas preguntas, y no otra persona que no nos conoce tan bien como ellos.Cuéntanos en los comentarios si tu primer período también fue vergonzoso, y comparte esta historia con otras chicas para que sepan que no tienen nada que temer.
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