¡Hola a todos! Me llamo John, y tengo una novia, Trisha. A veces me vuelve loco con su temperamento explosivo y sus celos incontrolables. Pero, ¿sabes? Es muy especial para mí. Hace poco hice algo por lo que no volvió a hablarme. Esto es lo que ocurrió.Trisha y yo tenemos mucho en común, y, como vamos a la misma escuela, también tenemos amigos en común. Pasamos casi todo el tiempo juntos y discutimos con frecuencia. Pero, a decir verdad, ya me acostumbré, y los demás aprendieron a no prestarles atención a nuestras pequeñas peleas. Te daré un ejemplo. Una vez se molestó porque no había aceptado su solicitud de amistad en Facebook. Dijo que llevábamos unos cuantos meses juntos y pensó que quizá le ocultaba algo. Le expliqué que no uso mucho esa red social y que, cuando lo uso, me limito a ver algunas noticias y no presto atención a las solicitudes. Pero como era tan importante para ella, la acepté de todos modos.Al día siguiente se puso dramática por las chicas que aparecían en mi lista de amigos. Intenté calmarla y explicarle que una era mi pariente distante, que otra era la hija de una amiga de mi mamá... Pero en un punto perdí la paciencia y los dos pasamos simplemente a gritarnos. Terminé borrando mi cuenta con la esperanza de ahorrarme más drama en el futuro. Durante los meses que siguieron, nuestra relación fue excelente. No tuvimos una sola pelea. Un día apareció llena de entusiasmo y, como dicen, con los ojos encendidos. Habló a miles de kilómetros por hora sobre blogueros de Instagram, me mostró sus perfiles y me dijo algo acerca de la monetización. Cuando terminó, comprendí por fin que planeaba convertirse en bloguera. A decir verdad, yo no sabía nada sobre el tema, pero según Trisha, ese podía ser un pasatiempo divertido. "Por qué no", pensé. Al menos estaría ocupada con algo.Al principio no hubo problemas. Hasta me resultaba gracioso hacer una broma y ver a cuántas personas les gustaba, por dar un ejemplo. Pero con el correr de las semanas... se volvió muy irritante y molesto que cada uno de nuestros movimientos, algo tan cotidiano como caminar o conversar, se convirtiera en un video y fuera publicado. El sueño de Trisha en aquel entonces era volverse viral, pero aún no tenía tantos suscriptores. Poco después de haber iniciado todo ese experimento, su mal temperamento regresó.El momento climático de la historia fue en nuestra noche de aniversario. Era nuestro primer año juntos y quería sorprenderla. Le compré esa famosa pulsera de Pandora y un bonito ramo de flores, y reservé una mesa en nuestro restaurante favorito. Estaba muy ansioso porque llegara y viera todo lo que había preparado. Pero cuando apareció, noté que llevaba el teléfono en alto: estaba transmitiendo el momento para sus seguidores. No arruinó la velada, pero no me agradaba nada aparecer en vivo en Instagram. Le di mi regalo para mejorar la cita. Ella lo abrió, se lo mostró a su "instapúblico" y, después, en lugar de darme un beso o un agradecimiento, siguió hablando frente a la cámara. Eso fue todo. Nunca me había sentido tan humillado, marginado y furioso con ella.Ahora era mi turno de ponerme histérico. Le grité y le dije cosas bastante ofensivas, como que estaba lejos de ser una buena bloguera, que era mala en todo y que no tenía temas interesantes de los cuales hablar. Las palabras volaban de mi boca por voluntad propia, ni siquiera pensaba en lo que significaban. Al final de mi intenso e hiriente discurso, le quité el teléfono de las manos y lo arrojé al suelo. Ella lloró y se fue corriendo, sin siquiera llevarse el regalo. Todos en el restaurante comenzaron a murmurar. Claro, seguro parecía un monstruo para ellos. Pero no eran ellos los que exponían sus vidas constantemente al público.