Mi sueño fue destruido por los doctores

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Ella es Jill, y quiere contarte una horrible historia acerca de cómo un error médico empeoró su salud y le costó su carrera en los deportes.Desde que tiene memoria, Jill siempre ha sido una gran fanática del patinaje artístico. Fue su primer gran amor. Su familia siempre se burlaba: a ellos les gustaba el baloncesto y el fútbol americano, mientras que a ella solo le interesaba ver atletas sobre hielo. Cuando llegó la hora de escoger un club deportivo, la llevaron a una pista de patinaje sin dudarlo.Jill usaba los patines más que cualquier otro par de zapatos que tenía. Sabía por qué hacía lo que hacía: primero, quería crecer, participar en competencias internacionales y convertirse en una gran estrella del patinaje, como las personas que admiraba. Segundo, quería ganar mucho dinero y ayudar a su familia, que había gastado mucho para que ella pudiera dedicarse a eso.Era la primera en entrar al gimnasio a entrenar y la última en dejar el hielo, tras horas de prácticas de saltos, giros y otras cosas; al principio con su entrenador, luego sola. Vio los resultados rápidamente: logró ir a varias competencias y ganarlas. Era la estudiante favorita de su entrenador, la que tenía más determinación. ¿Qué podía salir mal? Un día, mientras entrenaba saltos en el suelo del gimnasio, aterrizó mal. Sintió un dolor agudo en el pie, pero no en un lugar normal: era por el medio, como si se lo hubiera torcido. Bueno, las lesiones son algo muy normal para los que practican deportes. Ya se irá, pensó. Pero no fue así. Jill estaba entrenando sobre el hielo, y le dolía tanto que tenía lágrimas en los ojos. Su entrenador notó que algo andaba mal y le preguntó qué ocurría. Ella le dijo que se había lastimado el pie un poco, pero que no era nada grave.No mejoró al día siguiente, ahora también le dolía al caminar. Su entrenador estaba furioso: pronto habría una enorme competencia, y debía entrenar todos los días. Jill tuvo que ir al doctor para que le examinaran el pie. Pasó por los rayos X, pero no encontraron nada inusual. Todo estaba bien, ¡qué alivio! Podría regresar al entrenamiento. Pero el dolor no se iba. No lograba buenos resultados, y su entrenador seguía enojado. Hasta llegó a decir que era una perezosa porque no lograba hacer un simple giro. ¡No era perezosa, le dolía! Estalló en lágrimas y le contó su problema.Él consideró que lo mejor sería buscar una segunda opinión, así que solicitó una cita con un especialista que conocía. ¿Y sabes qué? ¡El mismo resultado! La situación empeoró. Le resultaba muy difícil caminar, imagínate patinar. Claramente no había lesiones, así que no tenía excusa para decepcionar a su entrenador, a sus padres y a sí misma. Pero, en una ocasión, tras un bucle picado bastante alto, Jill supo que ya no podría soportar el dolor. Sabía que no había manera de que pudiera continuar con el entrenamiento, por más motivada que estuviera. Su entrenador se asustó mucho, pero también se molestó: estaba convencido de que ella fingía para descansar un poco. Su último recurso fue una resonancia magnética. El entrenador la acompañó, seguro de que le dirían "estás saludable", como siempre. El examen duró unas 6 horas. El veredicto fue horrible. Tenía una fractura por estrés de un hueso navicular. En pocas palabras, es un pequeño hueso en la parte superior del pie, y fractura por estrés significa que se había roto porque Jill había entrenado demasiado y se había vuelto frágil. Hubiera bastado con un poco de tiempo para curarse, pero había ocurrido varios meses atrás. Así que nunca había sanado, ¡los fragmentos del hueso estaban por todo el pie, todo estaba inflamado!Le realizaron una cirugía, reconstruyeron casi todo su pie de cero. Jill tuvo que volver a aprender a caminar. Este error médico resultó muy caro para muchas personas: para su entrenador, que perdió a su mejor estudiante; para sus padres, que hicieron todos esos sacrificios en vano; y para ella. Todo su trabajo se había desmoronado, su sueño de convertirse en una gran estrella del patinaje no se haría realidad. Lo bueno es que está viva, camina bien, no tiene ninguna discapacidad. ¡Pero, para ser honesta, le resulta tan duro ser optimista!

ASÍ ES LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora