No podía dejar de gastar dinero

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Ella es Denise. A todos nos gusta ir de compras, ¿cierto? Ya sabes, esos momentos en los que te sientes un poco mal y dices: "¿Por qué mejor no voy al centro comercial y compro algo?". Y luego llegas a casa con muchas bolsas y cosas que no necesitas, pero con una extraña sensación de alivio. Bueno, Denise quiere decirte que, a veces, un pasatiempo tan inocente puede volverse una obsesión, o incluso algo peligroso. Ella estaba en la secundaria cuando su vida se convirtió repentinamente en un infierno. Todo iba perfecto: una familia llena de amor, buenos amigos, un novio maravilloso. Cuando todo marcha bien, comienzas a sospechar que no durará para siempre. Y así fue: en su segundo año de secundaria, las cosas comenzaron a desmoronarse. Sus padres tuvieron una gran pelea y no se dirigían la palabra. Incluso llegó a oír conversaciones sobre divorcio. Se puso nerviosa por eso, así que no lograba concentrarse en los estudios, y sus calificaciones empeoraron. Denise tuvo un ataque de nervios por primera vez en su vida, y no supo cómo manejarlo. Lo peor era que no tenía a nadie en quién confiar: sus padres tenían otros problemas, y ya no contaba con una mejor amiga o un novio. Tampoco quería molestar a otras personas que no eran tan cercanas a ella o abrirse demasiado con extraños. Solo tenía una elección, debía lidiar sola con sus problemas. Y así, Denise encontró su propia manera de disminuir el estrés... ¡Las compras! Denise recuerda que, en una ocasión, sus padres tuvieron una discusión particularmente intensa, así que se fue de casa para estar sola y en silencio unos momentos. "¿A dónde puedo ir?", pensó. Por supuesto, ¡al centro comercial! Muchas personas, tiendas abarrotadas, comida. Un lugar ideal para esconderse de sus pensamientos. También podría aprovechar y comprarse algunos atuendos nuevos para distraerse de sus pensamientos depresivos. Eso fue lo que hizo. Olvidó todos sus problemas mientras se probaba unos jeans y elegía un bolso nuevo. Tenía algo de dinero ahorrado, podía permitirse ir de compras al menos una vez a la semana. Se hizo adicta muy pronto, en un punto quería comprar cosas con más y más frecuencia. No lo hacía porque necesitara algo, sino por las emociones positivas que recibía mientras consumía. Después de unos dos meses, Denise notó que se estaba quedando sin dinero y sin lugar para guardar todo lo que compraba. ¡Pero no le importaba! Se dedicaba libremente a su "pasatiempo". Claro, el espacio para guardar cosas no era un gran problema. Ella ni siquiera usaba lo que compraba, simplemente dejaba las cosas nuevas donde podía. El dinero era el problema mayor: había arrasado con sus ahorros, y su mesada semanal no era suficiente. Se le ocurrió una solución brillante: comenzó a tomar dinero del bolso de su mamá. No está orgullosa de sí misma, pero estaba convencida de que no era robar y que a su madre no le importaría. Sobra decir que en realidad sí estaba robando, ¡y se siente avergonzada de eso! Pero no podía evitarlo, necesitaba dinero para alimentar su adicción. Un día, decidió que debía hacer algo GRANDE. Tomó la tarjeta de crédito de su papá. ¡¿En qué estaba pensando?! Su idea era que, si gastaba solo un poco, él no lo notaría. Desafortunadamente, no logró ser nada moderada. Gastó una gran suma, alrededor de 500 dólares, y regresó la tarjeta a su billetera, asustada y preocupada por lo que él haría cuando la descubriera. Pero pasó un día, luego tres, luego cinco, y su padre nunca lo notó. Y Denise moría por otra maratón de compras. Así que pensó: "¿Por qué no hacerlo otra vez?". En esa oportunidad, no logró detenerse. Compraba y compraba sin siquiera probarse las cosas, se llevaba todo lo que veía. Hasta que, en un punto, oyó la frase que todos tememos: "Lo siento, su tarjeta fue rechazada". Obviamente, esa era su señal para detenerse. Y, por supuesto, se preocupó mucho, ¿por qué bloquearían una tarjeta de crédito? Averiguó la respuesta cuando encontró a su padre terriblemente furioso. Lo habían llamado del banco para notificarlo por las numerosas compras. Fue entonces cuando notó que no tenía su tarjeta. Denise decidió no inventar historias y decirle la verdad. Bueno, al menos sus padres se unieron para castigarla, y desde entonces han hecho por fin las paces. Denise recibió la atención que tanto necesitaba y, después de un malestar como ese, no volvió a sentir deseos de ir de compras. Ahora está obsesionada con mantenerse en forma. ¡Al menos, eso no cuesta dinero! 

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