No consumas drogas. Disfruta de la vida.Ella es Ana, y quiere advertirte algo. Todos hemos oído hablar acerca de las drogas. Si oyes esa palabra, seguro te vienen a la mente imágenes horribles de personas que desperdician su vida de la peor manera posible. La experiencia de Ana te mostrará que las drogas pueden aparecer para arruinar todo en cualquier ámbito, incluso en un buen entorno con buenas personas.En el país de Ana, las personas terminan la escuela siendo muy jóvenes. Es por eso que entró a la universidad con solo 17 años. Ana viene de un pueblo muy pequeño, pero su ambición siempre fue sido mudarse a una gran ciudad. Terminó la escuela con muy buenas calificaciones y logró entrar a la mejor universidad, lejos de su hogar y de sus padres. Consiguió un cuarto en una residencia con otros estudiantes de pueblos pequeños. Pronto hizo muchos amigos. Por cierto, había ingresado a una universidad de medicina, sinónimo de horas y horas de estudio y de cantidades interminables de información. Siempre había querido ser doctora, así que al principio estaba muy entusiasmada. Anotaba detalladamente todo lo que escuchaba en las clases, y aprendía de memoria cualquier información que encontraba en los manuales.Los planes de estudios están diseñados de manera tal que los estudiantes reciban toneladas de información básica. Es por eso que siempre dicen que el primer año de medicina es el más duro. Todo iba bien, hasta que un día, Ana comenzó a notar que olvidaba las cosas. Ella siempre había tenido buena memoria, pero ahora le resultaba difícil mantener la información en su cabeza. Los estudiantes más avanzados le explicaron que se trataba de una sobrecarga cerebral, y que era común entre los alumnos de primer año. Y así era: las calificaciones de Ana habían bajado. También le dijeron que existía una solución: píldoras para la memoria. ¿Qué era eso? Bueno, le contaron que las vitaminas típicas no ayudaban demasiado. Lo que le ofrecían eran estimulantes que la ayudarían a estar más concentrada. En pocas palabras, drogas, aunque unas no tan peligrosas.Al principio, Ana tenía sus dudas porque, al fin y al cabo, eran drogas. Pero después de un par de episodios preocupantes, decidió tomarlas. Al principio fue un alivio: de pronto se había vuelto increíblemente activa y concentrada. Sentía que podía asistir a dos clases al mismo tiempo.Le habían advertido que las tomara solo durante los exámenes, pero ella ignoró el consejo. Cuando intentaba estudiar sin las píldoras, no lograba memorizar ninguno de los términos médicos. Así que, básicamente, las tomaba todo el tiempo.Durante el día estaba superactiva. Los problemas llegaban a la noche, ya que no dormía casi nada. Pronto, Ana entró en un círculo vicioso: el insomnio la obligaba a tomar más píldoras para no quedarse dormida durante las clases. Rara vez distinguía la realidad del sueño. Recuerda que la época de exámenes la encontró completamente exhausta. Sin embargo, cuando llegó el día del examen de anatomía, el más temido de todos, Ana estaba segura de que todo saldría bien.Antes de asistir a la clase, tomó una cantidad mayor de píldoras para asegurarse de no perder la concentración en todo el día. En cuanto le dieron el papel con las preguntas y llegó a su asiento, comenzó a sentirse mareada. Leyó las preguntas, pero no podía entender nada. Su corazón latía rápido, sudaba como loca, le faltaba el aire. Y de pronto... de pronto llegó la oscuridad. Se despertó rodeada de doctores y su profesor de anatomía, que la miraba de una manera rara. Para entonces ya la habían diagnosticado: había sufrido una sobredosis. Estaba en grandes problemas.La universidad llamó a sus padres. Las autoridades sabían que ella era una buena estudiante, así que dijeron que podía irse por un tiempo y regresar al año siguiente. Pero debía volver recuperada. A la primera sospecha, dijeron, la expulsarían sin dudarlo. Mientras tanto, Ana tuvo que regresar a casa e ir a un curso de rehabilitación. Ya había desarrollado una adicción. La vergüenza y la amargura que eso le provocaba hicieron que los meses siguientes fueran inolvidables.Ahora todo está bien: Ana regresó a la universidad y se mantiene lejos de cualquier sustancia más fuerte que el jugo de naranja. Y puede decirle a cualquiera que le interese que, por más que una droga logre lo que está buscando, los efectos secundarios son mucho peores. Así que no escuches a nadie que te ofrezca píldoras mágicas, esa magia puede convertirse en un infierno.