Ella es Luisa, y tiene una condición muy inusual: es autista. Podrías pensar que no puede ser cierto, las personas autistas no pueden contar sus historias. Bueno, lo gracioso es que Luisa no sabía que lo tenía hasta hace dos años, y solo pensaba que ella era un bicho raro y socialmente torpe. Esta es la historia de su vida.Luisa siempre supo que era extraña. Tiene una familia bastante normal y, aunque la quieren mucho, siempre ha sido la oveja negra. Ella proviene de un barrio de clase obrera de un pequeño pueblo. Todos sus parientes son personas muy sencillas, Dios los bendiga, mientras que ella creció como una soñadora. Inventó su propio mundo imaginario en el que se retiró de la realidad, que por razones desconocidas no le gustó desde el principio. Así es como se ganó el apodo de Lulú la Soñadora. Ella era la niña más pequeña y todos en su familia eran muy protectores y cariñosos. Ahora entiende que el hecho de que ella siempre estuviera absorta en sí misma y en sus propios pensamientos, y no respondiera a su amor, era una señal de advertencia importante que debería haberlos molestado. Pero en su comunidad, nadie estaba realmente muy bien informado sobre los trastornos psicológicos, por lo que pensaron que en algún momento se libraría de eso.Por supuesto, Lulú no lo hizo. Luego fue a la escuela, y aquí es cuando comenzó el terror. Los niños se reían de ella porque podía sentarse en su escritorio todo el día sin siquiera moverse, sin responder, mirando a algún lugar en la distancia. Algunos de los valientes incluso intentaron pellizcarla o pincharla con lápices para ver si reaccionaba al dolor. En esos momentos, ella estaba en algún lugar de su imaginación. Puedes imaginarte por qué no quería volver a la vida real. Así es como se convirtió en la Estúpida Lulú.Pero había un lado bueno. Ella estaba muy enamorada de las matemáticas. Las matemáticas era lo único que podía retener su atención y obligarla a concentrarse en el mundo real durante mucho tiempo. Los números eran sus mejores amigos, ella podía sentirlos. Incluso estaba segura de que cada número tenía su propio carácter. Podía pasar horas haciendo tareas de matemáticas, y era la mejor en su clase en esta materia. Ella verdaderamente estudió matemáticas por su cuenta, y se adelantó bastante al plan de estudio. Obviamente, esto no ayudó su popularidad.A lo largo de su tiempo en la escuela, Lulú no hizo ni un solo amigo. Así fue como pasó todos esos años, un bicho raro, y lo peor era que no podía ver ninguna esperanza. Sin embargo, su profesora de matemáticas, que fue muy amable con ella, una vez le aconsejó visitar a un psicólogo. Ella dijo que de esa manera podía mejorar sus relaciones con sus compañeros. Lulú entendió el punto. Encontró a una psicóloga para adolescentes y junto con su madre la visitaron la misma semana. La escuchó muy atentamente y le preguntó a Lulú si alguna vez le habían hecho una prueba de trastornos del espectro autista. Siendo ella honesta, recuerda ni siquiera saber del significado de dicho término, su madre tampoco lo conocía.Para resumir una larga historia, la psicóloga guió a Lulú por todo el procedimiento, y resultó que ella era autista. En realidad, hay formas más leves de autismo que, si no se diagnostican, pueden parecer torpeza social o rareza, porque todos piensan que las personas autistas son las que no hablan, se mueven de forma extraña y generalmente se comportan como Rain Man. Esto no es cierto: muchas de estas personas funcionan perfectamente bien en la sociedad, salen adelante solas y solo necesitan un poco de ayuda de los demás. Ahora Lulú tenía una explicación de todas las formas extrañas en que se había comportado a lo largo de su vida, y fue un gran alivio.Mejor tarde que nunca. Se las arregló para unirse a un programa de integración social para personas como ella, y conoció a otros adolescentes autistas con los mismos problemas. Por primera vez, conoció a gente que no la molestaba por ser diferente. Tan solo la oportunidad de hablar con alguien que no la tratara como a un fenómeno no tenía precio. Y ahora en verdad le está yendo mucho mejor en sus estudios, especialmente en matemáticas, porque el mundo donde se siente mejor es el mundo de los números. Ahora tiene la ambición de ingresar a la universidad local, y está haciendo todo lo posible para alcanzar ese objetivo. Lulú espera que la vida le sea buena en su futuro, porque ahora sabe mejor cómo lidiar con ella. Solo espera que te guste el último apodo que le dieron sus nuevos amigos: Lulú Digital. ¿No suena genial?Chicos, estamos seguros de que tienen una historia que contar, ¡así que no sean tímidos y déjenla en los comentarios! Compartan este video con sus amigos para que todos sepan que la vida puede mejorar cuando menos lo esperas.