Capítulo 27

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¿Dónde estoy? No veo nada, todo está muy obscuro y no puedo moverme. Mi mente es una laguna, no alcanzo a recordar cómo es que llegué a donde sea que sea este lugar. ¿Qué fue lo que ocurrió?

Lentamente, la negrura que me rodea empieza a clarear y mis ojos se van adaptando, logrando que finalmente pueda recorrer mi entorno con la mirada: el techo parece una especie de domo aunque no está muy bien definido, casi parece infinito. Para que entiendan, parece el gran comedor de Hogwarts, solo que con el universo sobre mi cabeza. Las paredes son de lo que parece ser mármol con columnas cada cierto espaciado y el piso, no sé si es obsidiana u ónix negro, pero es de un negro intenso y lustroso. En cada columna hay un candelero que sostiene una vela gruesa de dos colores, una mitad en color negro intenso y las otras de blanco puro, iluminando el lugar con sus flamas entremezcladas de amarillo, naranja y rojo de un lado del salón, y de azul, violeta y negro del otro. Eso sí que es raro.

Otra cosa que veo es que, del lado de las velas blancas de llama normal, delimitado al parecer por una línea invisible para mi ojo que evita que crucen al otro lado, una enorme masa de puntos brillantes, como si fueran luciérnagas, revolotea por el espacio de la cúpula. No tengo idea de cuántos pueden ser, no obstante, parecen millones y no tengo idea de cómo es que pueden estar aquí sin ocuparlo todo o sin pasarse al otro lado.

Un par de ellos parecen estar a mi alcance, lo que hace que (de forma involuntaria) alce el brazo intentando alcanzar uno de aquellos destellos y, en ese preciso instante, dos cosas quedan claras para mí.

La primera, que ya no estoy imposibilitado por completo de moverme, no puedo desplazarme o alzar las piernas, pero de lo que parece mis rodillas para arriba, puedo manipular mi cuerpo a mi antojo, cosa que antes en la obscuridad no podía.

Y la segunda, es que ya no tengo mi ropa puesta, el abrigo y el outfist que me había dado Mitha antes de salir del hotel en Alemania ha sido reemplazado por una túnica de un color azul cobalto, la cual llega hasta por encima de mis rodillas, no tiene mangas y está ajustada a mi cadera por una cadena de lo que parece plata.

Un minuto... ¿Dije Alemania? ¿Nombré a Mitha? Enseguida, como si alguien hubiera derribado una presa en mi cerebro y el agua fueran mis recuerdos, todo vuelve en un aluvión a mi cabeza, haciendo que ésta palpite, pero que mi memoria se restablezca, aclarando todas mis dudas iniciales. Ahora sé qué pasó, o más o menos, y sé que necesito encontrar a Muerte, mas no puedo moverme y me empiezo a desesperar, ¿qué hicieron con ella?

Una puerta, que no había visto antes por estar a mi espalda, se abre y el sonido me hace mirar en su dirección, encontrando a cinco encapuchados de negro acercándose hacia donde estoy. A cuatro de ellos los reconozco, las túnicas los delatan: son los controladores.

Con uno a cada esquina de un cuadrado hecho al rededor del quinto, parecen querer evitar que escape, no obstante, a ese no lo reconozco

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Con uno a cada esquina de un cuadrado hecho al rededor del quinto, parecen querer evitar que escape, no obstante, a ese no lo reconozco. Es más bajo y su túnica es diferente, como si estuviera hecha de capas de tela, una más satinada del mismo tono que el piso bajo nosotros, con una más delicada (como si fuera encaje) sobre ella. Obviamente, es una mujer y, al instante, mi mente reacciona: MITHANIA.

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