VEINTIDOS

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Pip...Pip...Pip

El mismo sonido molesto se repetía una y otra vez, provocándome un fuerte dolor de cabeza, que aumentaba desde hace algunos minutos, minutos en los cuales intento lograr recuperar la total control de mi cuerpo; a pesar de haber despertado hace mucho no lograba abrir los ojos por más que lo intentaba.

No sabía donde precisamente estaba, ni como llegue a aquí, estaba claro de que no era la misma habitación en la que había habitado semanas atrás.

A pesar de no poder abrir mis ojos mis demás podía usar mis otros sentidos. El sonido de pasos lejanos, las voces que en debes en cuando se escuchaban a unos metros de donde estaba, el olor a alcohol y medicamentos y el constate sonido de una maquina cerca de mi cabeza me hacían saber en dónde me encontraba.

Un hospital.

No recordaba porque motivo o como llegue aquí, solo llegaba a mi mente vagos recuerdos que venían poco a poco como pequeños flashes.

Una mansión siendo atacada, una persecución una carretera, un barranco y una montaña eran los recuerdos que se repetían una y otra vez.

El sonido de una puerta siendo abierta me interrumpen de cualquier pensamientos, por unos segundos no se escucha nada en la habitación, silencio que fue interrumpido por el sonidos de pasos que poco a poco se escuchaban más cerca lo que me hace saber que se está acercando hacia mi dirección. Los pasos de detienen y de un momento a otro siento como me acarician el rostro.

­­—Mi hermosa flor que impotente me siento al verte en esa camilla.

Conocía esa voz, a pesar de tener conociéndolo semanas, el sonido de su voz se me hace inconfundible, le he llegado tomar aprecio a pesar de todo lo ocurrido, no soy quien para juzgarlo todas las personas una vez en nuestras vidas cometemos errores nadie es perfecto. Pero tenemos la responsabilidad de aprender de ellos para no volver a cometer el mismo error dos veces, pero la mayoría de las veces preferimos el que darnos en el mismo lugar cometiendo el mismo error una y otra vez; tal vez por el miedo al cambio o no tener la suficiente valentía para poder reconocer el que fallamos.

Queremos tener mejor vida, pero no hacemos algo para poder tenerla porque para poder tener lo que siempre soñamos hay que esforzarse y dar todo de nosotros para en un futuro ver los grandes resultados.

­­—cuanto daría por verte abrir los ojos— su voz es casi como un susurro, tan bajo pero logro escucharlo gracias al silencio de la habitación.

Se escucha triste como si en verdad le doliera el verme en un hospital, inconsciente en una de las tantas camillas.

Sé Que tal vez no me escuches, pero necesito tanto el decirte de frente todo lo que siento, el pensar que me escuchas y poder confesarme al fin—suelta un suspiro antes de seguir— tuve la dicha de poder verte de frente hace unas semanas; pero la verdad es que te conozco desde hace años, años los cuales me dedique a cuidarte desde las sombras y amarte en silencio, deseando el dejar de ser un desconocido mas. El que sepa de mis sentimientos, tenerte a mi lado y pasar el resto de nuestras vidas juntas.

—Sé que lo que pido es algo que tal vez no se cumpla pero no pierdo la fe, quien diría que yo que no me dejaba intimidar por nada tenga miedo de el rechazo de una mujer; pero no eres cualquier mujer, eres la mujer a quien amo la cual quiero que pase el resto de mi vida junto a mí.

Esas palabras son las últimas que escucho, las carisias que sentía en mi rostro pararon, lo escuchaba alejarse, quería hablar y detenerlo pero no podía; el sonido de la puerta siendo cerrada me hizo saber que era tarde. Ya se había marchado.

No sé cuánto tiempo transcurre hasta que puedo abrir los ojos.

Abro los ojos poco a poco tratando de acostumbrarme a la luz; me encuentro en una habitación en su totalidad blanca, estoy conectada a una maquina la causante de ese sonido que tanto me está molestando, trato de moverme pero no puedo, me duele todo el cuerpo, una aguja está en mi brazo y puedo ver cómo está comenzando a tener un color un poco oscuro alrededor.

Giro mi cabeza para poder ver mejor donde estoy y como sospechaba nadie se encuentra en esta; una pequeña sala en unas de las esquinas con dos sillones verde oscuro una pequeña mesita y un cuadro colgando detrás de estos.

Giro mi cabeza hacia al otro costado y hay dos puertas seguro un baño y la otra la puerta de entrada casi cerca de estas hay un televisor.

Me duele mucho la cabeza ciento como me palpita.

De repente la puerta se abre una señora de piel morena, pelo castaño y bonitos ojos azules entra, es hermosa, sonrió al verme despierta y se acerco hacia mí.

—Señora Ivanovic, al fin ha despertado.

¿Señora Ivanovic?

— ¿Qué me paso?—alcanzo a decir.

—Tuvo un desafortunado accidente pero gracias a Dios se encuentra bien, a su esposo no le paso nada, disculpe mi falta de modales. Me llamo María y soy la enfermera a cargo de usted. Si me disculpa llamare al doctor.

Asiento con la cabeza para después verla Salí de la habitación.

A los minutos un señor apareció, alto de cabello totalmente blanco y unos ojos tan verdes como las hojas de los arboles.

—Amanda, mucho gusto, soy el Doctor Milcheson.

Le sonrió a modo de saludo y el comenzó a revisar y tocar algunos botones de la maquina a mi lado y luego me vuelve a mirar.

—Por precaución la dejaremos unas horas más pero por lo demás está todo en orden —informa. — ¿Cómo se siente?

—Me encuentro bien, solo me duele la cabeza y un poco el cuerpo.

—Es normal, le diré a la enfermera que te de un medicamento para el dolor.

El doctor iba a seguir hablando pero la puerta siendo abierta lo interrumpió, los dos dirigimos la mirada hacia allá, para ver como Alexandro entraba.

—Señor estaba dándole un último chequeo a la paciente y se encuentra en perfecto estado, si sigue así en unas horas se le dará de alta.

Alexandro solo asiente, no dice nada solo se queda con su mirada fija en mi.

—con su permiso.

El doctor sale y no se escucha nada mas en la habitación solo nos quedamos mirando fijamente, me encuentro nerviosa no sé qué decir, se va acercando lentamente.

Presiento que lo que está a punto de pasar cambiara algunas cosas.

Almas De Hierro © (En Edicion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora