Ya lo tengo todo listo. Solo falta que llegue Amanda. ¿Por qué siempre es tan impuntual esta chica? A veces me saca de mis casillas, aunque debo de reconocer que es como una hermana para mí y no puedo estar enfadada con ella más de un par de minutos seguidos.
Suena el timbre. Es ella. Por fin podemos irnos.
- ¿Por qué llegas tan tarde? - le suelto a modo de saludo.
- No me regañes, ya sabes que el autobús tarda horrores en llegar a tu barrio - me responde con brusquedad.
- Está bien, no vamos a pelear hoy. ¿Traes las entradas y todo lo demás?
- ¿Crees que soy tonta? Pues claro.
- Ok, ok, pues ¡vámonos!
Dios, cómo me tiemblan las piernas. Porque tengo a mi lado a Amanda, si no creo que me desmayaría aquí mismo. Me cuesta trabajo hasta cerrar con llave la puerta de mi casa. No doy una. Veremos a ver si no cometo cualquier estupidez delante de Raúl y quedo como la Mendes Army española más patosa. Mira, al menos me recordaría por eso.
Amanda va guapísima. Lleva unos vaqueros azules y una camisa blanca de lunares negros con puños flamencos. Dí que sí, que se note que estamos en España. Yo, por mi parte, he decidido quedarme con mi amor a primera vista y llevar ese vestido rojo de flores, escote barca, que me enamoró en rebajas.
Hace viento. Espero no enseñar todas las vergüenzas antes de entrar al estadio. Se levanta aún más viento... ¡Mierda! Tendría que haber escogido el vaquero y la camiseta. ¿Quién me manda a mí ir con vestido el día en el que el huracán Katrina está de visita por Barcelona?
